Dos días. Dos malditos días desde la
llegada de Lucas y ya estaba desesperada porque llegara el día en
que se marchara de nuevo a Ilinois.
En dos días había escuchado todo
tipo de comentarios despectivos, mezclados con otros no tan
despectivos aliñados con caras de asco y sonrisas excitantes. Lo
peor de todo era que a pesar de que me sacaba de quicio me resultaba
atractivo. Si aquella situación duraba mucho más, acabaría por
volverme loca, pegarme un tiro o mucho peor; volverme loca y luego
pegarme un tiro.
El lado positivo de todo esto, si es
que lo había -o es que yo ese día estaba muy optimista y vi la luz
donde en realidad no había más que una puñetera mancha-, era que
no asistía a mi instituto. Él era mayor, lo que quería decir que
ya se habría graduado. Supongo.
Lucy aún no iba a clases, pero sí
que iría al LA Hight School. Ella había insistido en ir a uno
público, alegando que era mucho gasto de dinero, pero mi padre se
había empeñado en que no, que si iba conmigo al mismo al menos
conocería a alguien. Eran quince años los que tenía Lucy, por lo
que solo con decirle eso la convenció aunque yo ya había advertido
a mi padre que no haría de niñera; de hecho fue algo tal que así:
-¡Papá! Vas loco si piensas que voy a
estar todo el día cuidando de ella.
-No quiero eso Clau, solo que le eches
un vistazo de vez en cuando. Es nueva y le va a costar adaptarse.
-Pero...
-¿No te acuerdas de lo bien que lo
pasabas cuando jugabais de pequeñas?
-Sí pero...
-Disculpa cielo, tengo que coger una
llamada.
Vamos, resumiendo; la conversación
había sido un ¨haz esto , esto y esto¨ por parte de mi padre y
muchos ¨peros¨ inacabados por la mía.
¿Inconvenientes en que Lucy fuera al
LA Hight School? Ninguno; solo que sabía que se la comerían viva a
esa chiquilla.
-Estás demasiado pensativa -Bonni me
pegó un codazo en las costillas para captar mi atención- ¿estás
bien?
Esa era una buena pregunta. ¿Estaba
bien? Si quitábamos el hecho de que tenía a dos extraños en mi
casa y uno de ellos era un gilipollas integral de pies a cabeza, que
mi hermano se había marchado de nuevo y que los impulsos nerviosos
que me llevaban a darme atracones de comida para después
vomitarlos... sí bueno; se podía decir que estaba bien.
-Sí -sonreí, mirando el movimiento de
un lado a otro de mi gelatina de fresa.
-¿Segura?
-Sí, plasta -me reí.
Estábamos en el comedor. Un centro
enorme repleto de mesas donde se apreciaba claramente lo dividida que
estaban las sociedades en el instituto.
A la derecha se sentaban los frikis
de los juegos de rol, siempre disfrazados de algún personaje extraño
que daban ganas de potar. A su lado estaban los músicos. Un grupo de
chicos y chicas que aspiraban a ser grandes compositores o cantantes
pero que solo llegarían a cantar, como mucho, en un antro de la zona
baja de Los Ángeles. A la izquierda estaban los que podríamos
denominar como normalitos; es decir, las personas que eran demasiado
frikis para ser populares pero demasiado normales como para
calificarlas como frikis. También estaba el grupo de los cerebritos,
los de audiovisuales, los deportistas... pregunta por algún grupo
extraño; seguro que estaba por allí repartido.
Nosotros, es decir el grupo de
animadoras y los muchachos del equipo de fútbol solíamos sentarnos
en el centro. ¿Por qué? Pues la verdad es que no lo sé, pero ya
estaba así desde que llegué.
-¿Quedamos esta tarde para ir de
compras?
-¿Otra vez? -miré a Bonni de soslayo,
apartando la gelatina medio desecha, algo asqueada.
-Sí, sabes que ir de compras me
relaja.
-¡Como si vivieras estresada! -me reí.
-Perdona que te diga, osea -dijo,
enfatizando ese ¨osea¨- pero ayer casi me rompí una uña y eso me
produce mucho estrés.
Rodé los ojos, intentando reprimir
una carcajada. Bonni no era nada pija. Podía ser algo exquisita a la
hora de elegir marcas de ropa, pero no hasta llegar el punto de niña
ricachona y consentida.
-De todos modos no puedo. A la semana
que viene empiezan mis clases de ballet y tengo que practicar.
-¿Me dejas por unas clases de ballet?
-me miró con los ojos muy abiertos y la boca en forma de O. Estaba
exagerando demasiado, pero así era Bonni.
-Lo siento, pero es que nuestra
relación no tiene futuro...
-¡Que fuerte! -Pegó un pequeño
chillido de irritación y se levantó de su asiento, con las bandejas
en la mano. Se agachó y me dio un beso en la mejilla.- Otro día
pues. Voy al baño, te espero en las escaleras nena.
Hoy las clases acababan antes de
tiempo. Los profesores estaban ocupados con un royo de olimpiadas y
al parecer preferían suspender la mitad de las clases.
¿Inconveniente? Ninguno.
Me disponía a marcharme justo cuando
Dilan se sentó en la silla que Bonni había dejado libre dos
segundos antes. No lo veía a solas desde el día que llegaron Lucas
y Lucy. Íbamos a varias clases juntos, pero no era sitio para hablar
y sabía que, a pesar de que quería posponerlo, ese momento
llegaría.
-Hola -saludó, con una sonrisa triste.
-Ey.
-¿Cómo estás?
-Bien; ¿tú?
-Bien.
Si eso no era una situación
incómoda, decirme vosotros lo que era porque yo me estaba muriendo
de vergüenza.
-Dilan yo... -empecé a decir, pero me
corté a la mitad.
Quería acabar con eso cuanto antes.
Dila y yo no solíamos pelearnos y en la última semana ya iban dos
veces.
-¡Eh! -Me agarró por la barbilla para
que lo mirara a los ojos. Me sorprendió ver una sonrisa en sus
labios.- ¿Vamos fuera?
Temerosa de que en vez de un ¨sí¨
saliera cualquier otro extraño sonido gutural, asentí con la
cabeza. Dilan cogió mi bolso y me lo puso sobre el hombro. ¿Por qué
tenía que ser tan dichosamente perfecto? Me sentía como un ogro a
su lado; como la bruja malvada del cuento.
Una vez que estuvimos fuera del
comedor, alejados del bullicio de la gente y el murmullo
ensordecedor, Dilan me atrajo hacia sí me besó con delicadeza.
-Lo siento, me comporté como un
capullo -susurró sobre mis labios.
Se supone que una vez que se
disculpara debería sentirme mejor; es decir, querida por él y
sentir que le importaba. Pero me sentía mal, no con él, sino
conmigo misma por la reacción que tuve.
-No... lo siento yo Dilan no me
comporté bien. Exageré demasiado.
-Nada de eso. Hiciste bien en pararme
los pies. -Levanté la mirada y me topé con sus ojos, que miraban
fijamente los míos.- Estaba algo frustrado y hace tiempo que no
tenemos... bueno ya sabes... -asentí. Era cierto, hacía mucho que
no teníamos sexo.- Y las pruebas con los novatos y... sé que no es
excusa pero...
No le dejé acabar la frase. Me
impulsé sobre las puntas de mis pies y lo besé con tanta fuerza que
incluso me mordí el labio. Lo había pillado desprevenido, pero en
seguida se relajó. Noté el bombeo de su corazón sobre mi pecho y
el mío se aceleró también. Me costó separarme de él, pero tuve
que hacerlo.
-No me gusta estar peleados -susurré,
abrazándolo con fuerza.
-Te quiero.
-Y yo -sonreí como una tonta. Por
suerte no me veía la cara.
No era la primera vez que Dilan decía
que me quería; la primera vez que lo hizo fue cuando cumplimos seis
meses junto. Lo hizo en un parque. Ese día quedamos para cenar y
después, cuando pasábamos por los columpios haciendo un poco el
cafre me abrazo y dijo que me quería. Siempre sonreía al recordar
aquello.
-En fin -carraspeé, separándome de
él- he quedado con Bonni, me lleva ella a casa. Está fuera
esperándome, ¿Vienes?
-¿Y si... le dices a Bonni que te han
surgido planes? -tiró de mi camiseta y volvió a poner sus manos en
mis caderas.
-¿Como cuales? -lo reté con la
mirada.
-Como... ir a dar una vuelta, a la
playa, a tomar un helado... no sé. Algo en lo que yo esté incluido.
¿Bonni o Dilan? Bonni era mi mejor
amiga, si le decía que iba con Dilan lo entendería, quizás le
sentaría mal, ya que la habría dejado plantada dos veces en el
mismo día, pero lo entendería y no quería alejarme de Dilan ahora
que estábamos bien.
-Playa -sentencié, agarrándole la
mano y encaminándome hacia la puerta.
El comedor estaba en la otra punta,
no exagero cuando digo que diez minutos andando entre pasillo y
pasillo y esos minutos se alargaban si te parabas a morrearte con tu
novio cada dos pasos.
-Bonni me está esperando -me reí.
Dilan me había acorralado sobre mi taquilla y me estaba haciendo
cosquillas. No sé qué manía tenía la gente con hacerme
cosquillas. Las odiaba.
-Lo entenderá -respondió divertido.
-¡Dios! ¡Para!
Intentaba agarrarle las manos para
hacer que parase pero su fuerza superaba a la mía con una gran
diferencia de por medio.
-¡Que monos! -dijo una voz.
Automáticamente las manos de Dilan
frenaron su tortura y se apartó de mí. Diría que a él le había
sorprendido más que a mí el hecho de que Rizzo, la hermana pequeña
de Scot se dirigiera a nosotros.
-Hola Dilan -lo saludó con una sonrisa
de oreja a oreja que bien poco me gustó.
Dudaba de que me hubiera visto ya que
sus ojos estaban clavados en mi novio. Una rabia creció en mi
interior. No era celosa, pero no me gustaba que las mosconas rondaran
lo que era mío.
-Rizzo, ¿verdad? -intervine, fingiendo
que no me acordaba de su nombre.
-Sí -respondió ésta, algo asqueada-.
Te estaba buscando... esto...
-Claudina -dije entre dientes,
apretando los puños tras mi espalda.- Ya me has encontrado ¿que
quieres?
-Saber cuándo salen las litas. Me
presenté a las pruebas de animadoras, ¿recuerdas?
Como para no acordarme de sus dos
melones dando botes dentro de la camiseta -si es que se le podía
llamar camiseta- ajustada que llevaba. Tuve miedo de que uno de sus
pezones me sacara un ojo.
-A la semana que viene.
La chica se disponía a decir algo,
pero agarré a Dilan de la mano y tiré de él para que nos
marcháramos cuanto antes. Esa chica me gustaba más bien poco.
Podría haberle dicho que estaba
dentro del equipo, la verdad es que encabezaba la lista de las
candidatas, pero me lo pensé dos veces y decidí dejarla con la
duda. Me daba la sensación de que esa chica me traería más de un
quebradero de cabeza y no solo a mí, sino al resto del equipo.
-Vaya, por fin apareces… -Bonni me
esperaba junto a la puerta, apoyada en la barandilla de las escaleras
de brazos cruzados. Nos lanzó una mirada de odio tanto a Dilan como
a mí, pero en cuanto vio nuestras manos unidas una sonrisa asomó en
la comisura de su boca.
-Fue culpa mía –dijo Dilan, dándome
un abrazo por detrás.
Lo que tenía que decirle a Bonni no
le iba a sentar nada bien, pero acababa de arreglar las cosas con
Dilan y me apetecía pasar un rato con él, a solas. Bonni lo
entendería.
-Nena, cambio de planes.- No había
empezado la frase y ella ya me estaba mirando con desprecio desde
detrás de los huecos de su flequillo.
-¿Qué?
-Mierda. –Espetó Dilan junto a mi
oído.- Se me había olvidado por completo, nena. Tengo que hacer
unas cosas a si es que nos vemos luego ¿vale?
Me di la vuelta sorprendida. Hacía
tan solo unos minutos me había pedido, casi suplicado, que dejara a
Bonni por él y ahora me venía con que tenía cosas que hacer. Ya
podían ser importantes para dejarme plantada.
Me tragué el orgullo y saqué una
sonrisa desde donde pude y asentí. No me quedaba más remedio,
podría haberle puesto una pistola en la cabeza y haberle dicho que o
quedaba conmigo o quedaba conmigo pero ese estilo no era el mío.
-Sí, -asentí- nos vemos luego.
Dilan se fue a toda prisa de nuevo
hacia el interior del edificio. Cualquiera diría que en lugar de
tener que ocuparse de ¨unas cosas¨ tuviera que salvar el
instituto de ser asaltado por unos ladrones.
-¿Qué ha sido eso? –Bonni señaló
hacia la puerta con el entrecejo fruncido.
-¿El qué? –seguí con la mirada el
camino que indicaba su dedo índice.
-Eso. Te acaba de mentir.
-¿Qué? –pregunté sin comprender.
-¡Venga ya Clau! ¿En serio? A veces
pareces tonta –puso los ojos en blanco y se encaminó hacia su
coche.
Me quedé parada, mirando hacia la
puerta por la que había desaparecido mi novio. ¿Me había mentido o
Bonni se estaba riendo de mí para hacerme de rabiar? Sabía demás
que ese tipo de cosas no me gustaban.
*En fin….* Pensé. Lo mejor sería
no darle más vueltas.
Aún sigo sin entender quién narices
le dio el carnet de conducir a mi amiga. Era mi amiga y yo la quería
un montón pero conducía como una loca temeraria que se creía ajena
a los accidentes de coche.
-¿Podrías conducir algo más
despacio? –la voz me salió en un hilito casi inaudible con la
música de fondo. Estaba agarrada al asiento del coche con tanta
fuerza que me extrañó que mis uñas no atravesaran la superficie de
cuero.- Lo digo por llegar vivas a mi casa y tal.
-Quejica.
-Asquerosa.
-¿Quieres llegar a casa rápido?
-Sí y a poder ser viva –gruñí
entre dientes.
Definitivamente iba a tener que
superar mi miedo a conducir. Me negaba a tener que volver a pedirle a
Bonni que me llevara a casa. Apreciaba demasiado mi vida como para
que acabara tan joven.
-¡Ah! –Bonni soltó un gritito
ahogado, justo a la par que aparcaba el coche en el camino de piedra.
Tenía una expresión casi descompuesta.
El corazón se me aceleró de tal
manera que empecé incluso a escuchar los latidos. Por un momento
pensé que había atropellado a alguna ardilla; solía haber en los
árboles del jardín alguna que otra; o algo peor, que nos habíamos
chocado contra algo y en realidad todo esto era un sueño producido
por el coma.
-¡¿Qué pasa?! –grité.
-¿¡Quién es ese pedazo de
monumento!?
-¿Qué?
Vale, de todas las cosas que me
habría esperado que habrían podido hacer que mi amiga emitiera
semejante grito; el cuerpo de Lucas sin camiseta no estaba entre una
de ellas.
El chico iba vestido, escasamente con
un bañador que le llegaba hasta las rodillas. Su torso musculado
estaba al descubierto, dejando a la vista su escultural abdomen
repleto de tatuajes. Tuve que obligarme a apartar la mirada. Me había
puesto como un tomate.
-Es Lucas.
-¿¡Qué!? -Bonni me agarró por los
hombros y me zarandeó con fuerza.- ¿Por qué no me habías dicho
que Lucas el escuchimizao se había convertido en Lucas el bombonazo?
-¿No lo hice? –sonreí, encogiéndome
de hombros- Se me olvidó je je.
-¿Tiene novia? ¿Edad? ¿Enfermedades?
¿Madre? ¿Padre? Dios, creo que acabo de encontrar al futuro padre
de mis hijos.
-¡Eh! Para el carro moza. ¿No vas muy
rápido?
-¡C-o-n-t-e-s-t-a!
Esa no era mi amiga, era la niña del
exorcista solo que con unos tonos de piel más oscuros; pero los ojos
inyectados en sangre y la baba de la boca eran prácticamente
iguales.
-No sé. 20 creo –dudé-. Nina. No sé
y a lo último relájate.
-Vas a presentármelo A-H-O-R-A.
Así era Bonni. Podía ser dulce como
un caramelo o rabiosa como un pitbull.
No me dio tiempo tan siquiera a
negarme, antes de que pudiera decir nada ya había salido del coche y
se encaminaba al jardín trasero por donde habíamos visto marcharse
a Lucas.
La seguí a toda prisa, tuve que
correr un poco. Cuando a aquella chica se le metía algo en la cabeza
no había quién la parara. La llamé un par de veces pero no me hizo
caso. No tenía ningún inconveniente en presentarlos, pero que se le
quitara de la cabeza que saldría con él. Una buena amiga no lo
permitiría.
Para cuando quise llegar, Bonni ya
descansaba sobre la pared de la casa con la mirada fija sobre el agua
cristalina de la piscina.
-¿Se puede saber qué demonios te
pasa? –las palabras salieron entrecortadas debido a la carrera.
-Shh –me silenció, poniéndose el
dedo índice sobre los labios sin apartar la mirada de la piscina.-
Contempla el espectáculo.
-Pero qué…
La sargento Bonni había salido a la
luz. Ofuscada, me agarró por los hombros y me giró sobre mí misma
para que quedara de espaldas a ella y de cara a la piscina justo a
tiempo de ver cómo Lucas salía del agua impulsándose sobre el
bordillo.
Todos y cada uno de los músculos de
su abdomen, brazos y cuello se tensaron a la vez creando una
coreografía sincronizada perfecta. Podría haberlos contado, pero me
llevaría siglos encontrar el final. El agua resbalaba por su piel
formando pequeñas gotitas que producían un exquisito efecto 3D
sobre los tatuajes. Me fijé en que uno de sus brazos estaba repleto,
no había ni un solo hueco libre, incluso había tatuajes en los
dedos de la mano. En cambio en el brazo izquierdo tenía solo uno.
Era la silueta de un bosque que le bordeaba el antebrazo desde la
muñeca hasta un poco más arriba del codo. Era precioso.
Bonni pasó su mano por mi mandíbula,
acariciando la zona baja del mentón.
-Se te va a caer la baba, amiga.
-No, qué hablas… dios, quita –le
pegué un empujón.
-Hola.
Todo mi cuerpo se puso en tensión al
escuchar la voz de Lucas a mi espalda. Bonni sonrió como una
pilluela mientras que yo deseaba que la tierra se abriera y me
tragase.
-Hola –saludó Bonni tendiéndole la
mano.- Soy Bonni, la amiga de Clau, no sé si te acuerdas de mí.
-Um… Bonni… -dijo dubitativo a la
vez que divertido. Estrechó su mano.- Sí me acuerdo de ti, ibas con
Bollicao a todos lados.
-¡Deja de llamarme así! –chillé
con los puños apretados, aún de espaldas a él.
-No le gusta que le llame Bollicao
–comentó, como si tal cosa.
-Bollicao es un nombre muy mono –sonrió
Bonni mirándome.
Si me cruza la cara allí mismo
incluso me habría sentado mejor que el hecho de que le hubiera dado
la razón a Lucas. La miré con los ojos entrecerrados. Me extrañaba
que no pusiera sentir mi odio sobre ella.
-¿Bonni?
-¿Sí, amiga?
-Es hora de que te marches.
-Sí, llego tarde –me sonrió y luego
me dio un beso antes de darse media vuelta- te llamaré más tarde.
Por mí como si no lo hacía. Estaba
enfadada, muy enfadada y no solo con ella sino con todo el mundo.
¿Qué le pasaba al mundo que se había vuelto loco?
Cogí aire con fuerza y lo solté,
con los ojos cerrados. Cuando los abrí, me topé con Lucas. Medía
más que yo, al menos unos quince o veinte centímetros más. Era muy
alto.
-¿Te molesta que te llame Bollicao?
-Sí –respondí entre dientes.
-Joder, te molesta Bollicao, te molesta
Bollito… ¿Cómo te llamo?
No había duda de que estaba
disfrutando con aquello. De haber podido le habría metido una patada
en la entrepierna.
-Clau, a secas. Solo Clau.
-Está bien –sonrió, con los ojos
clavados en los míos. ¿Cómo un chico con esos ojoazos podía ser
tan cabrón?- Clau a secas.
Un ruidito de frustración salió de
lo más profundo de mi garganta que lo hizo reír a carcajadas
limpias. Quería patearle el trasero.
-Me alegro de divertirte.
-Oh créeme, si tuvieras que divertirme
lo harías de otra manera.
No sé si el respingo que di fue
física o mentalmente pero desde luego que aquellas palabras me
chocaron de lleno. * Si tuvieras que divertirme lo harías de otra
manera*. Su voz había sonado tan sensual a la vez que lo decía que
no sabía si había sido producto de mi imaginación o lo había
dicho de verdad.
-¿Soy yo o tu amiga está un poco
desesperada? Me ha recordado a una perra en celo.
-¡No hables así de Bonni!
-¡Eh, fiera! No me grites –sonrió,
levantando las manos y poniéndolas detrás de la cabeza.
-¿Te hace gracia todo esto?
Estaba a punto de explotar. Era tal
la presión que sentía en mi cabeza producida por la rabia, que
estaba segura que parecía una olla exprés a punto de eclosionar.
-No, solo ver cómo te saco de quicio.
-Entiendo….
-En fin, me he aburrido ya –se
encogió de hombros. Se agachó, quedando su cara a la altura de la
mía. Noté su aliento. Olía a menta y su pelo al cloro de la
piscina. Me ponía nerviosa tenerlo tan cerca.- Dile a tu amiga que
ni se moleste.
La pregunta de Bonni, que si tenía
novia surgió en mi mente como un cartel con luces de neón y por un
momento, pensar una respuesta afirmativa me produjo un retortijón en
el estómago. ¡Qué me importaba a mí si tenía o no novia! ¡Ese
era asunto suyo!
-Dile que ya me he fijado en otra.