lunes, 19 de mayo de 2014

¨The Wrach¨

Desde muy pequeña mis padres me habían enseñado que el mundo estaba dividido en dos tipos de especies:
Por un lado estaban los vampiros nocturnos, los hijos de la noche; también conocidos como los Marwolaeth, que significa muerte en galés. Eran aquellos que representaban los cuentos de terror que desde tan pequeña mi madre me había contado. Eran fríos, sucios y despiadados, solo les importaba el beneficio propio y la sangre. 
Y por el otro lado nos encontrábamos los vampiros diurnos, los hijos del Sol, también conocidos como los Wrach, que en galés significa bruja y estamos al servicio de los humanos desde tiempos inmemoriales. Cada uno posee un don, repartidos entre la Tierra, el Fuego, el Agua y el Viento. Somos los siervos de la naturaleza.
Ambas especies, aunque parezca mentira, venimos de la misma y esa es la Wrach.
Cuenta la leyenda, que antiguamente, cuando todavía se pensaba que la tierra era plana, todas las especies convivían en paz, entre ellas la humana y la raza vampírica.
Los vampiros, a pesar de las muchas historias que circulan de nosotros, podían caminar entre la luz del Sol. Los humanos no los huían, ni los temían, debido a que lo de la sangre humana era otra fábula inventada para asustar a los niños.
Todos eran una gran familia, convivíamos juntos, luchaban los unos junto a los otros, codo con codo. Brujas, vampiros y humanos, eran felices, hasta que un día, la oscuridad se impuso.
Mikael, el vampiro más viejo de todos, fuerte y rápido como el que más, estaba cansado de que los humanos los utilizaran para luchar, al menos, así era como él pensaba. Un día, se alzó, haciéndose con un ejercito y masacrando a las ciudades.
La sangre corría por las calles manchando todo a su paso; los hombres, mujeres y niños huían, pero por más que corrían, no podrían librarse del cruel destino que les acechaba.
Los Wrach, los vampiros, tuvieron que luchar contra los de su misma especie, contra los de su propia sangre. Brujos y brujas de todos los lugares se unieron a la causa, entregando así sus vidas en sacrificio, para llevar a cabo el hechizo que partiría a la especie en dos, la maldición del Sol, apartándolos así de las calles durante el día; quitándoles su alma y con ello su poder, lo único que les quedaba.
Desde entonces, nada volvió a ser lo mismo. Los humanos los temían, asustados de que volviera a haber otro alzamiento. Los Wrach tuvieron que esconderse, para evitar que  les dieran caza, pero aún así, no olvidaban su anterior vida, la unión entre ellos y los humanos y decidieron seguir protegiéndolos desde las sombra.
No se ha vuelto a saber nada de Mikael, algunos dicen que sigue deambulando por las calles, otros, que está calcificado en una tumba en lo más profundo de la tierra y otros, dicen que solo aguarda el momento de llevar a cabo su venganza.
A pesar de todo, las especies quedaron dividas entre el bien y el mal. Lo que nos diferencia es la sangre y la vida. Los Marwolaeth están muertos, ellos carecen de alma mientras que nosotros los Wrach, estamos completamente vivos. Ellos se alimentan de sangre humana, mientras que nosotros, como nuestros antepasados, seguimos una dieta de sangre animal.
Los Marwolaeth nos superan en número, siempre lo han hecho, debido a que su reproducción es tan sencilla como dar su sangre a la victima y posteriormente matarla, en cambio, un Wrach nace de la unión de dos Wrach o de uno con una bruja o brujo, lo único que ambas especies compartimos, es la inmortalidad.
Desde que el primer Wrach fue maldecido, quedando así sujeto a la maldición del Sol, nuestras especies se encuentran en una guerra continua. Nosotros nos encargamos de proteger la vida de los humanos, impidiendo que los otros los ataquen.
Nadie sabe sabe de nuestra existencia y nosotros, los Wrach somos los encargados de que esto siga siendo así.


Si quieres seguir leyendo esta nueva novela, solo tiene que visitar mi otro blog: http://thewrach.blogspot.com.es/



Portada: 

¨Sin Nombre¨

¨Sin Nombre¨es el título de la primera novela que he escrito, de hecho la he acabado hace poco y he subido el último capítulo. Como ha sido la primera, siempre quedará el orgullo y la satisfacción que se siente al haber conseguido hacer algo que no pensabas que harías jamás y sobre todo, cuando ves que a la gente le ha gustado.
No se parece en nada a esta, a ¨The Wrach¨, solo en que ambas tratan temas sobrenarurales, pero si os gustan las novelas de intriga, amor, magia, vampiros... creo que deberíais pasaros y echarle un vistazo. No puedo prometer que os guste, eso es algo obvio porque cada uno tiene sus gustos, pero... si no le dais una oportunidad, quizás os estés perdiendo una buena historia.

Enlace Blogger: http://tushistoriassinnombre.blogspot.com.es/
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Aquí os dejo el prólogo:
 1.257 d.C.
 La casa estaba ardiendo y yo solo podía gritar. El humo se adentraba por mi tráquea inundando mis pulmones, llenándolos de hollín y suciedad, me estaba asfixiando, lo notaba, pero yo no podía parar de gritar.
Miré hacia mi izquierda, justo encima de la cama, mi madre estaba tumbada, con un brazo caído por el borde y su pecho, sangrante, con una oquedad justo donde está el corazón, bueno, donde estaba. Las lágrimas se evaporaban antes de llegar a la barbilla, mi madre, mi madre estaba muerta *no, mamá*, pensé, *no me dejes*. No podía acercarme a ella, porque una de las bigas había caído justo entre medias de las dos, me cortaba el paso, no podía acercarme y eso hacía que llorase aún más.
El cuerpo me pesaba, no podía levantarme del suelo, no podía seguir luchando por sobrevivir, ya estaba cansada, el dióxido de carbono me estaba adormeciendo lentamente y el fuego me estaba alcanzando, pero me daba igual, no me importaba, mi madre estaba muerta y yo ya estaba sola en el mundo, había llegado mi momento.


Noté unas manos que pasaban por debajo de mis rodillas y otra que pasaba por mis hombros, no sabía quien me estaba sacando de allí, yo no quería, quería morir ¿quién era esa persona para decidir si podía salvar mi vida o no? El humo le tapaba la cara y mi vista cansada y adormecida no ayudaba mucho, solo podía notar el calor que desprendía su cuerpo, pero el mío ya no podía más. Mis ojos se cerraron, sumiéndome en la oscuridad.

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