lunes, 1 de septiembre de 2014

Capítulo 12.

 Bonni me llevó hasta casa, pero me dejó junto a la verja para no tener que entrar el coche. Nos habíamos pasado todo el trayecto en silencio, pero es que ninguna de las dos sabíamos qué decir después de enterarnos que nuestra mejor amiga de dieciocho años se había quedado embarazada. No era uno de esos momentos en los que sacas un tema de conversación trivial por el mero hecho de que todos los temas de conversación te parecen absurdos y tampoco íbamos a hablar sobre que probablemente dentro de nueve meses tendríamos a una mini Dinna o a un mini Steff dando vueltas por nuestras casas. Nos iba a costar digerir eso.
En un principio nuestra reacción había sido un ¨¿queeeeee?¨ con un grito ahogado mientras que intentábamos mantener la calma, pero acto seguido, en cuando Dinna se echó a llorar, Bonni y yo olvidamos que estábamos enfadadas por sus desplantes y corrimos a abrazarla. No nos había contado mucho, por no decir que prácticamente nada, aunque bueno, ya eramos mayorcitas y sabíamos de sobra cómo se hacía un niño y que había que usar para impedir que la fórmula mágica lo creara, pero suponía que Dinna no era tan tonta como para haberlo hecho sin protección y que debajo de todo eso había una historia. No queríamos presionarla a si es que tanto Bonni como yo decidimos darle espacio y esperar a que se decidiera a contarnos todo. Dinna nos dijo que nos lo contaría todo cuando estuviera preparada para ello y que nos llamaría a si es que solo quedaba esperar esa llamada.
Con cada paso que daba el tobillo me mandaba una descarga de dolor. El efecto de los calmantes se había pasado demasiado rápido para mi gusto y ahora estaba sufriendo las consecuencias. Tenía que tomar tres al día, uno después de cada comida. Si no era ya suficiente con la humillación de haberme caído delante de todo el equipo de animadoras y pasarme una semana entera sin poder entrenar ni ir al estudio de ballet, se le había añadido tres comidas diarias. Esto ya era el colmo.
Cerré los ojos con fuerza reprimiendo un alarido que se estaba creando en mi garganta. Tenía unas ganas tremendas de llorar, pero no lo haría. Intenté no apoyar todo el peso en el pie mientras abría el portón para poder entrar en casa, aunque aquella puerta pesaba como mil demonios.
-Hola Clau… -Lucy, que estaba sentada en el sofá, se giró para saludarme, pero su expresión pasó de una sonrisa a una mueca de dolor cuando me vio el tobillo vendado- ¿qué te ha pasado?
La chica corrió a ayudarme cuando me apoyé sobre la pared para poder descansar después de haberme pasado todo el camino saltando a la pata coja, pero deseché su ayuda.
-No es nada, estoy bien –le sonreí, cerrando los ojos y dejando caer mi cabeza contra la pared.
-¿Qué no es nada? ¿Has visto lo morado que tienes la piel?
Sí, sí que lo había visto, por eso procuraba mirar poco hacia abajo, porque si lo hacía volvería a verlo y entonces ya sí que me echaría a llorar.
-Estoy bien de verdad –me separé de mi apoyo y me dirigí a las escaleras. Suspiré al ser consciente del camino que me quedaba aún por recorrer hasta mi habitación.
-¿Quieres que te ayude? –Lucy me miró con los ojos muy abiertos y algo vidriosos. Era una niña siempre dispuesta ayudar a los demás y a pesar de que no quería que me viera flaquear, me vi obligada a aceptar su ayuda esta vez.- Vamos –me sonrió.
Para cuando llegamos a lo alto de la escalera gotas de sudor me recorrían la frente. Estaba cansada, sudorosa y sin aliento y solo eran las cuatro de la tarde.
-Gracias Lucy –sonreí, con la voz algo entrecortada por el esfuerzo.- Ya puedo sola.
-¿Quieres que te acompañe hasta la habitación? –se encogió de hombros con una sonrisa- No tengo nada que hacer, si quieres algo solo pídemelo.
-No, gracias, puedo sola.
Le sacudí el pelo en un gesto cariñoso y me marché saltando sobre el pie bueno hasta mi habitación, usando la pared como soporte. Cuando vi mi cama al otro lado del cuarto, unas campanitas se pusieron a cantar el ¨aleluya¨ con un tono celestial. Ni me molesté en quitarme los zapatos; simplemente me dejé caer contra la colcha con los brazos extendidos. Al hacerlo, me di sin querer en la parte trasera del pie vendado y vi las estrellas. Maldije por lo bajo en un susurro.
Repasé todos los acontecimientos del día, desde que me había levantado de la cama hasta que me había vuelto a dejar caer en ella lista para no salir por lo menos en una semana. Estaba claro que cuando empezaba mal el día, acababa mal.
Primero me habían mandado un trabajo de dos mil palabras sobre algo de lo que no tenía ni la más pajolera idea, después me había enzarzado en una discusión con una chica dos años más pequeña que yo pero que a simple vista podría parecer mi hermana mayor y todo porque me había preguntado por mi novio. Ahora que me paraba a pensarlo, me sentía realmente gilipollas. Ya me había acostumbrado a que las chicas miraran a Dilan como objeto de deseo pero ninguna antes se habría atrevido a preguntarme por él de una forma tan descarada como había hecho Rizzo.
En segundo lugar me había hecho un esguince en el pie que me llevaba a estar mínimo una semana sin poder bailar. Eso implicaba dos semanas de tormento con un dolor mortal en el tobillo y también a perderme las primeras clases de ballet en la academia, por no mencionar que me retrasaría en los ensayos de las animadoras y a pesar de que había estado pensando en dejarlo, me tomaba mi trabajo muy enserio.
Y por último y no menos importante, porque en realidad era lo más importante; mi mejor amiga estaba embarazada; ¡EMBARAZADA!
-Desastre por Dios –chillé, tapándome la cara con las manos.
Un cosquilleo me recorrió el muslo cuando mi móvil empezó a vibrar. Lo saqué del bolsillo de la falda y vi una foto de Dilan con una mueca graciosa. No me apetecía hablar con nadie, solo quería desconectar del mundo aunque fueran cinco minutos a si es que dejé que siguiera vibrando sobre la colcha, emitiendo un sonido grave cuando lo deposité a mi lado.
Conocía a Dilan lo suficiente como para saber que seguiría insistiendo, por eso siempre llevaba el móvil en silencio, así, si me llamaban y no quería cogerlo, simplemente podía decir que no lo había escuchado.
Como había supuesto, Dilan siguió llamando durante diez minutos más. Me sentía mal por no cogerle el teléfono, pero no tenía ni ganas ni fuerzas para explicarle lo que había pasado. Cansado de llamar, pasó a los sms.
¨Tú y tu estúpida manía de tener el móvil en silencio ¬¬. Me he enterado de lo de tu caída en el entrenamiento. ¿Cómo estás nena?¨
¿Sería tan mala novia si no respondía al mensaje de preocupación de mi novio? Sí, definitivamente lo sería; pero si respondía en el acto él sabía que lo estaba evitando a si es que dejé un par de minutos entre medias antes de coger el móvil para responder.
¨Lo siento cielo, no llevaba el móvil encima –clara mentira piadosa por el bien de mis cinco minutos de paz- No ha sido nada, solo tengo un esquince. Estoy bien.¨
Estaba a punto de darle al botón de enviar cuando un sonido agudo y estridente retumbó en toda la casa. La alarma de incendios.
Me incorporé todo lo rápido que pude y me dirigí hacia el pasillo haciendo caso omiso a las punzadas de dolor del tobillo cada vez que apoyaba el pie. Esa alarma llevaba en mi casa desde que tenía uso de razón y nunca antes la había escuchado.
Asustada, abrí la puerta de par en par para salir al pasillo, esperando encontrármelo lleno de humo o algo peor, envuelto en las llamas, pero no había nada fuera de lo normal.
-¿Pero qué demonios? –mascullé, cuando vi a Nana, Nina y Lucy correr por el pasillo.
Las seguí con atenta mirada hasta que entraron en la habitación de Lucas. Me había asustado tanto que ni tan siquiera me había dado cuenta que el ruido provenía de allí.
Como pude, sujetándome en la pared e intentando apoyar lo menos posible el pie herido, fui hacia la habitación de la que provenían unos gritos encolerizados por parte de Nina.
-¿¡Se puede saber en qué estabas pensando!? ¿¡Tú sabes el susto que nos has dado!?
-Mama, déjalo, ha sido sin querer… estoy segura.
-¡Cállate Lucy!
Cuando me asomé a la puerta me encontré a una Nana asustada, encogida ante los gritos de Nina y a una Lucy intentando calmar a su madre. Me esperaba ver algo en llamas, no sé, lo típico después de escuchar cómo la alarma anti-incendios suena en toda la casa y llueve dentro de la habitación de Lucas para apagar un fuego inexistente pero en cambio veo… a un Lucas empapado de pies a cabeza.
-¿Se puede saber qué…? –empecé a decir pero me callé en cuanto escuché el sonido de la mano de Nina impactando contra la cara de Lucas. Cerré los ojos con fuerza, dolorida ante tal sonido.
-¡Mamá! –exclamó Lucy, corriendo detrás de su madre quien casi me derriba al pasar.
Miré a todos lados de la habitación; si había habido un incendio allí dentro desde luego que no había pruebas. Lucas estaba de pie en el centro de la sala, sujetándose la zona en la que su madre le había pegado. La camiseta blanca que llevaba, se le ajustaba a los músculos debido al peso del agua, transparentando así todos sus tatuajes a través de la tela. Me obligué a apartar la mirada, en cuanto me di cuenta de que él también me estaba mirando a mí.
-¿En qué estaba pensando Señorito Lucas? –suspiró Nana- ¿es que no sabe que en esta casa hay alarma de incendios?
-Pues al parecer no, no lo sabía Nana –dijo con diversión, levantando una de las comisuras de sus labios.
-Si el Señor se entera… y su madre… ¡ay su madre! –se quejó Nana, negando con la cabeza.- Espero por su bien que esto no se vuelva a repetir.
-Descuide –su sonrisa se amplió, dejando a la vista unos dientes blancos perfectos.
Nana dio la vuelta para salir de la habitación y entonces fue cuando reparó en mi presencia. Me contempló con unos ojos cansados y una sonrisa claramente forzada. Aquella mujer necesitaba unas vacaciones.
-Clau, cielo.
-Nana –le sonreí.
-Voy a avisar al servicio para que… -suspiró antes de terminar la frase, mirando hacia todos lados- para que limpien este desastre.
Seguí a Nana con la mirada hasta que la perdí de vista escaleras abajo. Yo debería haberme marchado también, pero sentía curiosidad por saber qué era lo que había hecho que Nina, se enfadara tanto a si es que dejé aún lado el hecho de que llevara prácticamente una semana sin intercambiar ni una sola palabra más allá de un ¨hola¨con Lucas. Aún seguía muy enfadada con él tras nuestra discusión. Él se había pasado de la raya llamándome enferma. Yo no estaba enferma y no iba a consentir que un niñato de tres al cuarto me tratara de ese modo. Yo no lo había perdonado y él tampoco había puesto mucho empeño en que lo hiciera.
Cuando giré, para quedar de cara a él, su mirada seguía puesta en mí. Me lanzó una de esas miradas de arriba abajo que a cualquiera la habrían puesto colorada, pero sabía que pretendía intimidarme, por lo que no lo dejé.
-¿Qué has liado? –pregunté con el tono de voz más amargo que tenía.
-¿Yo? –sonrió, arrascándose la coronilla. Al hacerlo, la camiseta se le levantó un poco, dejando a la vista una perfecta V bien moldeada que formaba parte de los músculos de sus caderas. Me sorprendí a mí misma conteniendo la respiración ante semejante imagen. Por suerte él no se dio cuenta de ello.- ¿Por qué lo preguntas?
Me reí con sarcasmo, parpadeando un par de veces para obligarme a mí misma a quitar la vista de su cadera y concentrarme en cualquier otra parte de la habitación. Entonces lo vi, suspendido en un cenicero azul ceniciento con motivos amarillos. Estaba enganchado en uno de los agujeros que tenía. No era la primera vez que veía uno, pero nunca lo había probado.
-¿En serio? –lo miré con las cejas levantadas mientras me dirigía a su mesita de noche, donde estaba el cenicero.-¿Un porro?
De todas las cosas que me habría imaginado que sería, nunca lo habría calificado como un porrero y menos sabiendo que era hijo de Nina Mazzeraty.
No me respondió, solo me sonrió y se encogió de hombros, como un niño que quería tapar la travesura que había hecho.
-Mi padre te va a matar –dije entre carcajadas mientras me imaginaba a mi padre montando en cólera cuando supiera que su ¨hijo adoptivo¨ había estado fumando en su casa.
Marcus era un hombre muy correcto que había visto y llevado tantos casos de drogas que ni tan siquiera fumaba tabaco. Lo repelía. Por eso, cuando yo quería fumarme un pitillo en casa iba a un sitio donde sabía que nadie me pillaría. En mi ventana había unas escaleritas blancas que daban al tejado, solo tenía que subirlas y ¡voila! podía fumar sin que nadie se diera cuenta.
-No creo que se ponga peor que mi madre –su cara se arrugó al pronunciar esas palabras y entonces recordé el sopapo que le había soltado.
-¡Venga ya! Mi padre es abogado claro que se pondrá peor. Te deseo suerte.
-Creo que iré preparando la maleta entonces –se rio- quizás me hecha del país.
-Sí… -medité, arrugando el ceño- quizás deberías; de hecho –le sonreí, dirigiéndome a su armario- si quieres te ayudo.
-¡Oh dios! Venga ya.
Sus carcajadas eran bastante contagiosas. Tenía una risa algo estridente, pero sin llegar al punto de ser molesta. El brillo plateado que me había llamado la atención varios días atrás, volvió a distraerme. Definitivamente tenía un pendiente en la lengua.
Hacía tan solo un segundo estaba enfadada con él y ahora estábamos haciendo bromas. Ese chico era desquiciante.
-A la maleta no sé, pero si me ayudas a recoger este desastre… te lo agradecería mucho.
-¿Yo?¿Ayudarte a ti? –me señalé a mí misma con el dedo. Una carcajada repleta de sarcasmo se estaba formando en mi garganta, pero se disipó en cuanto una sonrisa cobró vida en los labios de Lucas. Me maldije a mí misma por parecerme una sonrisa jodidamente irresistible y bonita y me pregunté con cuantas chicas la abría utilizado ya. Fruncí el entrecejo y negué con la cabeza, recriminándome por decir lo que estaba a punto de decir:- ¡está bien! Pero solo porque te debo una –lo señalé con el índice.
-¿A sí? ¿Me debes una? –preguntó con sorpresa fingida.
No quería hablar del tema a si es que lo ignoré por completo. Si después de una semana no le había dicho a nadie que me había pillado purgándome después de la cena, es que ya no lo haría o lo usaría en mi contra y prefería pensar que la opción correcta era la primera a si es que sí; técnicamente le debía una.
-En fin… -suspiré- ¿por dónde empezamos?

Hora y media más tarde la habitación de Lucas estaba como los chorros del oro y tan seca que parecía que allí no hubiera pasado nada, aunque claro, no todo el mérito era nuestro ya que sin el personal de servicio y la ayuda de Lucy no habríamos conseguido nada.
-Estoy muerta –me quejé, dejándome caer sobre la cama con los brazos extendidos.- Deuda saldada.
-Sigo sin saber a qué te refieres –dijo Lucas desde dentro de su armario.
-Deja de hacerte el tonto ¿quieres? Sabes perfectamente a lo que me refiero.
-No –negó, mirándome desde lo alto mientras se cambiaba de camiseta- no lo sé.
-Lucas….
-No sabía que fueras animadora –se rio, mientras se dejaba caer en la cama a mi lado.
-¿Qué? –pregunté desconcertada por el giro tan brusco que había tomado la conversación. Me incliné sobre los codos y contemplé mi uniforme arrugado. Estaba tan distraída y cansada que ni tan siquiera había sido consciente de que aún seguía vestida de animadora.- ¡Ah! Sí, soy animadora. –Giré la cabeza para mirarlo a la cara, pero él estaba concentrado en algún punto del techo.- ¿Alguna objeción?
El muchacho negó con la cabeza antes de mirarme directamente a los ojos y añadir:
-Ninguna.
Dado que estábamos tumbados en la cama, nos encontrábamos a la misma altura a pesar de que él era mucho más alto que yo. Sus ojos del color del zafiro contemplaban los míos, escrutando y buscando algún rincón sin explorar. Tenía la mandíbula apretada, podía ver la tensión que ejercía con sus dientes. Lo notaba tenso, pero no sabía por qué. Eso me llevó a pensar si había dicho o hecho algo que le hubiera podido sentar mal y me sorprendí a mí misma preocupándome por ello. Sus labios eran gruesos, pero no hasta el punto de ser exagerados y su piel parecía tan suave… quería tocarle la piel de los brazos, aunque solo fuera por error.
Me preguntaba si él también me estaba viendo como yo lo veía a él en esos momentos. Mentiría si dijera que Lucas era un chico feo, porque la verdad es que no lo era y resultaba bastante atractivo a la vista y ese aire de chulo prepotente lo hacía parecer más sexy aún.
Suspiré, cerrando los ojos con una sonrisa en los labios.
-¿Qué pasa? –susurró él, haciendo cosquillas cuando su aliento con olor a menta chocó contra mi pelo.
Se respiraba tanta paz en aquella habitación y estaba tan comoda que no quería mover ni un solo músculo por si se rompía la esfera y lo echaba todo al traste, a si es que me tomé mi tiempo en responder.
-Nada –contesté en un susurró, con los ojos aún cerrados.
Estábamos tan cerca el uno del otro, que podía sentir el calor que desprendía su piel bajo los pantalones de chándal y la camiseta de licra que llevaba. Si movía, aunque fuera un centímetro pequeñin los dedos de mis manos, rozaría los suyos. Quería rozar su piel y que pareciera un accidente, pero cuando su mano rozó la mía y sentí la suavidad de sus dedos comprendí el terrible error que se había adueñado de mis sentidos.
Sorprendida ante tales pensamientos, me incorporé de golpe, soltando todo el aire del que no había sido consciente que había estado conteniendo. Lucas me miró sin entender por qué había hecho eso y se incorporó despacio.
-¿Qué pasa? ¿He hecho algo malo?
¿Qué iba a decirle? ¿Qué por qué me había tocado la mano sin querer cuando yo estaba pensando en que quería que nuestras manos se encontraran por casualidad y al darme cuenta de ello me había asustado? Sonaba estúpido.
-N-no es na-nada –respondí, nerviosa- es solo que es tarde y será mejor que vaya…
Señalé la puerta con la cabeza y como por arte de magia esta se abrió. Pegué un respingo en el sitio cuando vi a Dilan junto con Nana en el umbral.
Los ojos desorbitados de Dilan no se me olvidarán en la vida cuando dijo:

-¿Qué demonios está pasando aquí?

3 comentarios:

  1. Vale.. tu pretendes que me muera.. DIOS. Te juro que se me a parado el corazon cuando e visto el nombre de Dilan.. madre mia. Me puedes explicar como c****** escribes tan bien?! Sube pronto que quiero saber que pasa con Lucas, Clau y Dilan. Un besazooo. Sigue asi de bien.

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  2. Siguesiguesigue yaaaaaa (love it)

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  3. Tu historia es genial, pq no sigues? En serio quiero mas!

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