Nunca me habría imaginado que un
minuto podía hacerse tan largo como el que transcurrió desde que
Dilan nos vio a Lucas y a mí en su cama hasta que se apartó de la
puerta y echó a correr escaleras abajo. Tardé un par de segundos en
reaccionar y procesar lo que estaba pasando y acto seguido me vi
corriendo escaleras abajo todo lo rápido que mi pie vendado me
permitió.
-¡Dilan! –lo llamé, una vez que
salí por la puerta de entrada.
Dilan era un chico muy atlético y a
pesar de que yo también lo era, si él echaba a correr no lo
alcanzaría en la vida; por eso aproveché los segundos de marguen
que me dio al pararse junto al coche para abrir la puerta.
Lo agarré del brazo para que se
volviera y poder verle la cara, pero se deshizo de mí con un
movimiento seco. Yo no había hecho nada malo, pero estaba claro que
él no pensaba lo mismo.
-¿Qué pasa? –pregunté con la voz
entrecortada por la carrera.
-¡¿Que qué pasa?! –se rio
sarcástico mientras introducía la llave en la ranura de la puerta.
Le temblaban las manos y los músculos de sus brazos estaban en
tensión. Estaba enfadado.- Me entero de que mi novia ha sufrido un
accidente mientras entrenaba y me paso la tarde llamándola y
enviándole mensajes de texto para que ella pase de mí y para colmo,
cuando voy a su casa a buscarla me la encuentro en la cama con otro
tío y ¿me preguntas que pasa?
-¿Qué? –parpadeé incrédula un par
de veces, intentando volver a la realidad.
-¿Qué? –me imitó, dándose la
vuelta hacia mí.- ¿Eso es lo único que tienes que decirme?
No era lo único que tenía que
decirle; era lo único que podía decirle después de todo lo que
había dicho. ¿¡Se pensaba que le había puesto los cuernos con
Lucas!? Si no fuera por lo tenso y cabreado que estaba me habría
echado a reír por el mero hecho de imaginarme a mí liándome con
Lucas.
-Dilan, no es lo que parece o lo que
crees que parece –dije con el tono de voz más tranquilo que tenía.
Él me miró con las cejas levantadas, como si lo que yo estuviera
diciendo no tuviera sentido, pero al ver que no decía nada, seguí:-
No escuché el teléfono, por eso no te contesté las llamadas
–mentí, pero no era plan de decirle que en realidad lo único que
quería era haberme metido en la cama hasta el día siguiente- y te
respondí el mensaje de texto…
Callé al ser consciente de que no lo
había hecho. Lo había escrito, sí, pero no le había dado a la
tecla de enviar porque justo un segundo antes saltó la alarma de
incendios.
-Mierda –mascullé entre dientes,
mientas pasaba las manos entre mi pelo, claramente agobiada.
-¡Te he enviado como quieras una
docena de mensajes! –respondió él a la defensiva.
-No-no tenía el móvil encima porque…
-había empezado a tartamudear debido al estrés de la situación.
Suspiré nerviosa y me puse a dar vueltas de un lado para otro.- Te
escribí el mensaje, lo prometo pero justo cuando iba a darle a
enviar saltó la alarma de incendios y….
-¿En serio Claudina? ¡Venga ya! –me
interrumpió, aún más enfadado si cabía. No me creía.- ¿Quién
era ese tío y por qué estabas con él en una habitación a solas?
La cosa iba de mal en peor y yo
llevaba todas las de perder. Me maldije a mí misma por no haberle
contado antes a Dilan, mi novio, que Lucy y Lucas llevaban ya un
tiempo viviendo en casa, ni tan siquiera sabía que Nina tenía dos
hijos. Debía haberlo hecho antes, lo sabía, pero no había tenido
ocasión de hacerlo.
-Es el hijo de Nina –contesté con
resignación, volviendo a meter los dedos entre mi pelo.- Él y su
hermana pequeña llevan viviendo en casa dos semanas.
-Esto es el colmo. ¿¡Dos semanas!?
¿Tú no me has dicho nada?
-Lo sé –respondí en un susurro,
arrepentida- lo siento, es que no he tenido ocasión…
-No has tenido ocasión… ya; porque
la mejor forma de enterarme es encontrándote con él en una
habitación ¿no?
Mi paciencia tenía un límite y
Dilan la acababa de sobrepasar. ¿Me estaba insinuando que me había
liado con el que era mi ¨hermanastro¨? Ya no era que me estuviera
acusando de ponerle los cuernos, que no tenía ni pies ni cabeza,
sino que lo estaba haciendo con mi propio hermanastro. Vale sí,
reconozco que el momento en el que Lucas y yo habíamos estado
tumbados en su cama había sido algo raro, pero nunca llegaría a tal
cosa.
-¿Estás insinuando que te he puesto
los cuernos con mi propio hermanastro? –pregunté entre dientes,
con los puños apretados a los costados.
Las palabras le golpearon en la cara,
haciéndole ver lo que él mismo había insinuado. Palideció. No
solíamos discutir, pero sí sabía que yo era una chica con carácter
y que a pesar de que solía tener paciencia, si me enfadaba lo mejor
era alejarse de mí porque era un volcán en erupción.
-No he dicho eso –se retractó, en un
tono mucho más tranquilo que el que había empleado con
anterioridad.
-Sí, sí que lo has hecho.
-¡Estabas en su habitación! ¡La
habitación de un tío al que no conozco, Claudina!
Me agarró por los hombros e intentó
acercarme a él, pero antes de que lo consiguiera me zafé de sus
amarre con un manotazo.
-¡Vete! –le chillé, señalando el
camino de graba.
-Vale, lo siento me he pasado solo
estaba preocupado por ti y…
-¡Dilan, que te vayas! –le repetí,
lanzándome contra él para moverlo de donde estaba, aunque lo único
que conseguí fue un leve contoneo.
Cogió mis muñecas y antes de que
pudiera moverme me atrajo hacia sí y juntó nuestras bocas. Si se
pensaba que eso iba a bastar para que se me pasara el enfado, iba
listo. Me separé de él y le di un último empujón.
Tenía los ojos llorosos, pero me
negaba a derramar una sola lagrima delante suya después de lo que
había dicho. No estaba dispuesta a pasar por semejante humillación.
Al ver que no se movía y que las
lagrimas aparecerían de un momento a otro, me marché sin decir nada
más. Intenté hacerlo despacio y tranquila, para que no pareciera
que estaba huyendo, pero a mitad de camino, cuando noté el ardor en
mis ojos, no pude resistirlo más y salí corriendo.
Habían pasado dos días desde que
Dilan nos encontró a Lucas y a mí en su habitación. Dos días
repletos de comederos de cabeza, rayadas, lágrimas y llamadas
telefónicas. Entendía que él estuviera algo confuso después de
cómo me había encontrado y de haberle ocultado que Lucas y Lucy,
mis hermanastros -por definirlos de alguna manera, ya que Nina y mi
padre no estaban casados- estaban viviendo en mi casa; pero mi
orgullo era mucho mayor que el suyo y no iba a permitir que me
acusara de haberle sido infiel.
Esa noche, cuando entré en casa y me
dejé caer en la cama agotada tanto física como emocionalmente, ni
siquiera bajé a cenar. Lucas estaba algo preocupado, ya que salí de
su habitación como alma que lleva al diablo detrás de mi novio,
pero lo eché de allí.
Estaba enfadada con él. Si no
hubiera sido por Lucas yo no estaría en la situación en la que me
encontraba en esos momentos con Dilan .
Dilan y yo no teníamos discusiones
más allá de elegir una película y el tipo de palomitas que
comeríamos mientras tanto; pero desde que apareció Lucas en escena
no había parado de tener peleas con él. Vale, sí; quizás Lucas no
fuera el responsable de todas ellas, pero sí que era el responsable
de mi estado de ánimo. Ese chico era tan exasperarte que me sacaba
de quicio y me pasaba el día de mal humor.
Por otra parte estaba los
sentimientos que había tenido cuando había estado con Lucas tumbada
en su cama. ¿¡Qué demonios me estaría pasando en ese momento por
la cabeza como para pensar tales cosas!? No quería tocar a Lucas,
odiaba a ese chico y solo de pensar en nuestro roce de manos me daban
arcadas.
-¿Estás bien Clau?
Como tenía el pie mal, a pesar de
que ya no me dolía cuando lo apoyaba, en los entrenamientos me
limitaba a sentarme en las gradas y a corregir a las novatas en sus
movimientos. Normalmente estaba sola pero Bonni de vez en cuando se
quedaba conmigo. Yo le decía que no hacía falta; era mi lesión, no
la suya y no quería que perdiera práctica por quedarse sentada a mi
lado, pero ella insistía y era demasiado cabezota como para llevarle
la contraria.
-Sí -le sonreí, con la mirada ausente
en cualquier parte del suelo.
-Claudina Manson, no intentes engañarme
-me reprendió, ahogando un gritito- sé que no estás bien a si es
que ni te molestes.
-¿Y si lo sabes? ¿Por qué me
preguntas?
-Pura cortesía -se encogió de hombros
con indiferencia.- Venga, dispara.
A pesar de que por dentro me
encontraba hecha un asco, no le había contado nada sobre Dilan y lo
que había pasado la otra noche noches; Bonni ya tenía suficientes
problemas como para avasallarla con los míos.
-¿Si te lo cuentos me prometerás que
no pondrás el grito en el cielo?
Suspiré con resignación y por
primera vez desde que se había sentado a mi lado, la miré.
Bonni se llevó la mano al corazón y
asintió con entusiasmo, a pesar de que tenía un semblante serio en
lugar de su sonrisa habitual.
-Lo prometo.
-Vale -suspiré de nuevo. Cogí aire y
me dispuse a relatarle todo lo que me pasaba por la cabeza; desde el
embarazo de Dinna, hasta que no sabía en qué situación me
encontraba con Dilan. Cuando terminé de contarle todo, mi amiga
estaba mucho más seria y por su mirada pude deducir que se
encontraba debatiéndose mentalmente en si salir corriendo y buscar a
Dilan y ahogarlo con sus manos o quedarse a consolarme. Prefería la
primera.
-Es un cabronazo. ¿Cómo se atreve a
hacer eso?
La miré con reproche. Tampoco quería
que se enfadara con él, no se lo había contado para eso. Dilan
también era su amigo.
-No lo sé... me siento culpable yo.
-Tú no tienes la culpa nena -pasó su
brazo por encima de mis hombros y tiró de mí hacia ella- no has
hecho nada malo.
-Lo sé, pero si le hubiera dicho que
Lucas estaba viviendo en casa...
No pude acabar la frase. Un sollozó
ahogó las palabras a mitad de camino y me vi obligada a dejarlo
estar. Hundí la cara en el hombro de mi amiga. Lo último que quería
era que me vieran llorar.
-¡Eh! No te desanimes ¿vale? ¿Habéis
hablado?
-No.
-¿Pero te ha llamado?
-Sí.
-¿Entonces?
¿Entonces? ¿Entonces qué? No sabía
qué responder a esa sencilla pregunta. Estaba claro que me
encontraba mal por estar en una situación así con Dilan, pero no
quería ponérselo en bandeja de plata. Él había insinuado que no
le era fiel. Se había pasado de la raya.
Al ver que no contestaba, Bonni
soltó un suspiro y me abrazó con más fuerza, acariciándome el
pelo con delicadeza. Normalmente en ese tipo de situaciones nos
encontrábamos al revés. Bonni estaba en mis brazos mientras que yo
la acariciaba. Mi amiga era una chica un poco ilusa y a pesar de
tener un carácter de perros en lo referente a los chicos, en cuanto
uno le hacía caso, ella se tiraba de cabeza al río; lo que le había
costado más de un sofocón.
-¿Sabes que te digo? Que le den.
-Bonni... -sollocé, frunciendo el
ceño.
-Venga ya, te ha acusado de ponerle los
cuernos. Está claro que no lo vais a dejar, pero deja que se
arrastre todo lo posible.
-Pero... -empecé a replicar.
-Ni peros ni nada y ahora -se levantó
de un salto, tirando de mí para que la imitara- mueve ese culo -me
dio un cachete en el muslo, lo que me hizo sonreír mientras me
limpiaba las lágrimas- que hoy empiezan tus clases de ballet. Te
llevaré.
-No hace falta que me lleves.
-Lo sé, pero quiero.
Se dio la vuelta hacia el resto de
los componentes del equipo de animadoras, que se encontraban dando
saltitos por todo el gimnasio y les gritó cuatro voces diciéndoles
que hoy el entrenamiento terminaba antes de tiempo, que se podían
marchar a sus casas. A algunos no les sentó demasiado bien, como
Rizzo, la hermana de Scot, el chico que le gritó a Dilan que yo
estaba para comerme y su séquito de pequeñas zorritas. A veces me
preguntaba qué leches me estaría pasando por la cabeza para
aceptarlas en el equipo. Pero a la mayoría les entusiasmó. A pesar
de que nos estábamos preparando para el partido de fútbol que
tendría lugar en unas semanas, Bonni era mucho más dura que yo, por
lo que estaban agotados.
Estábamos entrando en el
aparcamiento cuando pasó lo inevitable, Dilan estaba allí y parecía
estar esperando a alguien; pues estaba de pie junto a su coche de
brazos cruzados con la mirada fija en la puerta. En cuanto me vio, se
le iluminó el rostro; por lo que deduje que yo era ese alguien.
Miré a Bonni desesperada en busca de
ayuda, no quería hablar con él, no ahora, ya que sabía que en
cualquier momento la hora de enfrentarse a la situación llegaría.
-Nena -me llamó, sonriendo.
Me paré de golpe en mitad de la
carretera. Estaba paralizada, aterrada. Nunca había tenido una
discusión tan fuerte con él por lo que era normal que tuviera miedo
¿no? Él debió de darse cuenta pues su sonrisa pasó a una mueca de
tristeza, pero aún así, siguió avanzando hacia mí.
-¿Puedo hablar contigo?
Debería haber respondido algo, pero
no lo hice. Seguía paralizada aferrando con fuerz el brazo
delgaducho de mi amiga. Bonni se dio cuenta de ello y se puso entre
medias de los dos con los brazos cruzados.
-Dilan, ahora no -le dijo con seriedad.
-¿De verdad Bonni? -se rio
sarcásticamente- Es mi novia, tengo derecho a hablar con ella.
¿Verdad que sí, nena?
Me miró por encima del hombro de mi
amiga, pero no pude aguantar más de un segundo su mirada dolida a si
es que aparté la mía.
-Déjame en paz Dilan, no estoy de
humor para hablar ahora -dije en un susurro.
Vi el dolor en su mirada, la
incredulidad, la decepción... no se esperaba que le respondiera con
algo semejante, pero ¿qué más podía decir? No quería hablar con
él. No porque estuviera enfadada o algo por el estilo, sino porque
estaba dolida por pensar una cosa tan atroz como que le había puesto
los cuernos.
-Pe-pero... -vaciló, antes de
proseguir- tenemos que hablarlo.
-Lo sé.
-¿Cuándo?
-No lo sé, pero ahora tengo que irme.
Me hice a un lado y esquivé a
Bonni, que seguía de planta parada entre los dos. Al pasar por su
lado, Dilan me agarró del brazo y un pinchazo de remordimientos se
clavó en mi estómago. Las lágrimas volvieron a fulminarme los
ojos, derritiéndose con cada segundo que pasaba.
-¿Me llamarás? -me preguntó, con un
dolor en su voz que nunca antes había escuchado.
-Quizás -respondí, aunque ambos
sabíamos que ese quizás era un no camuflado en una posible
esperanza.
Hice acopio de todo el valor que
tenía y me solté de él. Conté los pasos que me separaban del
coche de Bonni para así concentrarme en otra cosa que no fuera lo
mal que me sentía en esos momentos. Para olvidar la tristeza en los
ojos de mi novio.
-Está arrepentido -dijo Bonni,
poniéndose el cinturón de seguridad.
-Lo sé.
-Creo que deberías hablar con él.
-Lo sé.
Claro que debía hablar con él, lo
sabía; sabía todo lo que estaba diciendo, no era tonta a pesar de
que la mayoría de la gente se creyera que era así, solo... estaba
retrasando el momento.
El grito que emitió la profesora
Rita al ver mi tobillo vendado fue lo más cómico y horripilante que
había escuchado en mi vida. Era bajita y muy delgada, demasiado para
su edad, pero al ser menuda a penas se notaba. Siempre llevaba su
pelo castaño -ya medio canoso por la edad- recogido en un moño en
lo alto de la cabeza. Me recordaba a una muñequita de trapo.
-¿Qué le ha pasado a mi alumna
favorita? -inquirió en un perfecto americano con un deje de acento
ruso.
Si había una cosa por lo que Rita
destacaba, a demás de ser una esplendida bailarina, era su
sinceridad. Le daba lo mismo decir que yo era su alumna favorita en
medio de clase. Quizás por eso el resto de compañeros solía
mirarme con caras largas; a excepción de Mohamed, mi compañero de
baile y mejor amigo desde que empecé en aquella academia.
-En un ensayo de las animadoras -sonreí
con timidez, ya que sabía que las animadoras para la Sra. Rita
eramos arpías disfrazadas de niñas monas.
-Oh, esos estúpidos entrenamientos te
pasarán factura. -Me pasó los brazos por encima y me estrechó
contra ella.- En fin, pues tendrás que esperar a empezar las clases.
Puedes quedarte y ver cómo le doy voces a esta pandilla de vagos
-miró a mis compañeros con el ceño fruncido, a pesar de que tenía
una amplia sonrisa dibujada en el rostro- estoy segura que esta
pequeña lesión no se cobrará mucho tiempo.
-Eso espero -sonreí.
Necesitaba distraerme y meterme en
casa no iba a servir de ayuda ya que estaría Lucas rondando y no me
dejaría tranquila, además, echaba de menos los gritos de
frustración de mi profesora a si es que decidí quedarme.
Me dirigí a una esquina del estudio
y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared, mientras
esperaba a que la clase tomara comienzo. Estaba algo distraída,
mirando de un lado para otro, pero me fijé en la puerta en el
momento preciso. En cuanto lo vi, me olvidé del dolor y corrí hacia
él. Hasta que no estuve en sus brazos pegada a él como si fuera una
garrapata no me relajé.
Mohamed era un chico alto, guapo y
fuerte. Tenía raíces egipcias y de hecho, parte de su familia vivía
allí, pero su madre era americana, de Florida concretamente, por lo
que solo iba a visitar a su familia paterna en vacaciones. Llevaba
dos meses y medio sin verlo, desde que comenzaron las vacaciones de
verano. Habíamos estado en contacto, pero no era lo mismo.
-Ratita -sonrió, estrechándome aún
con más fuerza.
¨Ratita¨, así era como me llamaba.
De pequeña, cuando se me cayeron los dos paletos a la vez y mientras
que el resto de los niños parecían monos sin los dos dientes
principales, yo era una especie de adefesio. Mohamed sabía que me
disgustaba que se metieran conmigo, por eso, para restarle
importancia a los comentarios despectivos del resto de la gente,
comenzó a llamarme así, algo un poco incoherente ya que las ratas
tienen dos dientes enormes.
-¡Dios! ¡Como te he echado de menos!
-exclamé con la cabeza hundida en sus hombros.
-Y yo a ti, pequeña, pero me estás
estrangulando.
-Ups.
Me dejé caer frente a él,
observándolo de arriba a abajo. Cada vez que veía a ese chico me
parecía mucho más alto. Medía como dos metros de altura, a si es
que os podéis imaginar cómo me sentía yo con mi metro sesenta y
ocho a su lado. Tenía unos brazos fibrosos debido a los años que
llevaba practicando el arte de la danza y cogiéndome a mí, que a
pesar de ser poca cosa, yo pesaba bastante. Su piel era oscura, lo
había heredado de su padre y me sorprendió ver que se había rapado
la cabeza, ya que normalmente solía llevar el pelo largo.
-¿Y eso? -pregunté, señalándole su
coronilla al rape.
-Piojos -sonrió, mientras se pasaba la
mano por su pelo afeitado.
-¿En serio? -abrí los ojos tanto que
casi se me salieron de las cuencas. Mohamed era muy cuidadoso con su
melena, por lo que me chocó que dijera eso.
-No, es broma -se rió, dándome un
codazo.- Ya te contaré, tenemos que ponernos al día de muchas
cosas.
-Y que lo digas -suspiré, resignada.
-¿Estás preparada? -Soltó su bolsa
de deporte y me cogió en volandas, mientras me hacía girar entre
risas.- Vengo listo para menear ese trasero, monada.
-No puedo -cuando me bajó, señalé mi
pie vendado.- Como tú has dicho, tenemos que ponernos al día de
muchas cosas.
Al final me he vuelto a enganchar a tu novela jajajaja, cada vez que haces una me pasa.
ResponderEliminarCada vez haces a los personajes mejor, están con un carácter mas definido y les coges más cariño, en serio, se ve como vas mejorando y lo estás haciendo muy bien, ya tienes a otra lectora más ^.^
Sorry pero acabo de ver el comentario jajaja muchisimas gracias por comentar y seguir leyendo en serio :) ya te iba echando yo de menos :)
Eliminarsube ya
ResponderEliminarPor favor, sube el siguiente >.<
ResponderEliminarsube pronto :)
ResponderEliminarsube yaa!!
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