martes, 23 de septiembre de 2014

Capítulo 13.


Nunca me habría imaginado que un minuto podía hacerse tan largo como el que transcurrió desde que Dilan nos vio a Lucas y a mí en su cama hasta que se apartó de la puerta y echó a correr escaleras abajo. Tardé un par de segundos en reaccionar y procesar lo que estaba pasando y acto seguido me vi corriendo escaleras abajo todo lo rápido que mi pie vendado me permitió.
-¡Dilan! –lo llamé, una vez que salí por la puerta de entrada.
Dilan era un chico muy atlético y a pesar de que yo también lo era, si él echaba a correr no lo alcanzaría en la vida; por eso aproveché los segundos de marguen que me dio al pararse junto al coche para abrir la puerta.
Lo agarré del brazo para que se volviera y poder verle la cara, pero se deshizo de mí con un movimiento seco. Yo no había hecho nada malo, pero estaba claro que él no pensaba lo mismo.
-¿Qué pasa? –pregunté con la voz entrecortada por la carrera.
-¡¿Que qué pasa?! –se rio sarcástico mientras introducía la llave en la ranura de la puerta. Le temblaban las manos y los músculos de sus brazos estaban en tensión. Estaba enfadado.- Me entero de que mi novia ha sufrido un accidente mientras entrenaba y me paso la tarde llamándola y enviándole mensajes de texto para que ella pase de mí y para colmo, cuando voy a su casa a buscarla me la encuentro en la cama con otro tío y ¿me preguntas que pasa?
-¿Qué? –parpadeé incrédula un par de veces, intentando volver a la realidad.
-¿Qué? –me imitó, dándose la vuelta hacia mí.- ¿Eso es lo único que tienes que decirme?
No era lo único que tenía que decirle; era lo único que podía decirle después de todo lo que había dicho. ¿¡Se pensaba que le había puesto los cuernos con Lucas!? Si no fuera por lo tenso y cabreado que estaba me habría echado a reír por el mero hecho de imaginarme a mí liándome con Lucas.
-Dilan, no es lo que parece o lo que crees que parece –dije con el tono de voz más tranquilo que tenía. Él me miró con las cejas levantadas, como si lo que yo estuviera diciendo no tuviera sentido, pero al ver que no decía nada, seguí:- No escuché el teléfono, por eso no te contesté las llamadas –mentí, pero no era plan de decirle que en realidad lo único que quería era haberme metido en la cama hasta el día siguiente- y te respondí el mensaje de texto…
Callé al ser consciente de que no lo había hecho. Lo había escrito, sí, pero no le había dado a la tecla de enviar porque justo un segundo antes saltó la alarma de incendios.
-Mierda –mascullé entre dientes, mientas pasaba las manos entre mi pelo, claramente agobiada.
-¡Te he enviado como quieras una docena de mensajes! –respondió él a la defensiva.
-No-no tenía el móvil encima porque… -había empezado a tartamudear debido al estrés de la situación. Suspiré nerviosa y me puse a dar vueltas de un lado para otro.- Te escribí el mensaje, lo prometo pero justo cuando iba a darle a enviar saltó la alarma de incendios y….
-¿En serio Claudina? ¡Venga ya! –me interrumpió, aún más enfadado si cabía. No me creía.- ¿Quién era ese tío y por qué estabas con él en una habitación a solas?
La cosa iba de mal en peor y yo llevaba todas las de perder. Me maldije a mí misma por no haberle contado antes a Dilan, mi novio, que Lucy y Lucas llevaban ya un tiempo viviendo en casa, ni tan siquiera sabía que Nina tenía dos hijos. Debía haberlo hecho antes, lo sabía, pero no había tenido ocasión de hacerlo.
-Es el hijo de Nina –contesté con resignación, volviendo a meter los dedos entre mi pelo.- Él y su hermana pequeña llevan viviendo en casa dos semanas.
-Esto es el colmo. ¿¡Dos semanas!? ¿Tú no me has dicho nada?
-Lo sé –respondí en un susurro, arrepentida- lo siento, es que no he tenido ocasión…
-No has tenido ocasión… ya; porque la mejor forma de enterarme es encontrándote con él en una habitación ¿no?
Mi paciencia tenía un límite y Dilan la acababa de sobrepasar. ¿Me estaba insinuando que me había liado con el que era mi ¨hermanastro¨? Ya no era que me estuviera acusando de ponerle los cuernos, que no tenía ni pies ni cabeza, sino que lo estaba haciendo con mi propio hermanastro. Vale sí, reconozco que el momento en el que Lucas y yo habíamos estado tumbados en su cama había sido algo raro, pero nunca llegaría a tal cosa.
-¿Estás insinuando que te he puesto los cuernos con mi propio hermanastro? –pregunté entre dientes, con los puños apretados a los costados.
Las palabras le golpearon en la cara, haciéndole ver lo que él mismo había insinuado. Palideció. No solíamos discutir, pero sí sabía que yo era una chica con carácter y que a pesar de que solía tener paciencia, si me enfadaba lo mejor era alejarse de mí porque era un volcán en erupción.
-No he dicho eso –se retractó, en un tono mucho más tranquilo que el que había empleado con anterioridad.
-Sí, sí que lo has hecho.
-¡Estabas en su habitación! ¡La habitación de un tío al que no conozco, Claudina!
Me agarró por los hombros e intentó acercarme a él, pero antes de que lo consiguiera me zafé de sus amarre con un manotazo.
-¡Vete! –le chillé, señalando el camino de graba.
-Vale, lo siento me he pasado solo estaba preocupado por ti y…
-¡Dilan, que te vayas! –le repetí, lanzándome contra él para moverlo de donde estaba, aunque lo único que conseguí fue un leve contoneo.
Cogió mis muñecas y antes de que pudiera moverme me atrajo hacia sí y juntó nuestras bocas. Si se pensaba que eso iba a bastar para que se me pasara el enfado, iba listo. Me separé de él y le di un último empujón.
Tenía los ojos llorosos, pero me negaba a derramar una sola lagrima delante suya después de lo que había dicho. No estaba dispuesta a pasar por semejante humillación.
Al ver que no se movía y que las lagrimas aparecerían de un momento a otro, me marché sin decir nada más. Intenté hacerlo despacio y tranquila, para que no pareciera que estaba huyendo, pero a mitad de camino, cuando noté el ardor en mis ojos, no pude resistirlo más y salí corriendo.

Habían pasado dos días desde que Dilan nos encontró a Lucas y a mí en su habitación. Dos días repletos de comederos de cabeza, rayadas, lágrimas y llamadas telefónicas. Entendía que él estuviera algo confuso después de cómo me había encontrado y de haberle ocultado que Lucas y Lucy, mis hermanastros -por definirlos de alguna manera, ya que Nina y mi padre no estaban casados- estaban viviendo en mi casa; pero mi orgullo era mucho mayor que el suyo y no iba a permitir que me acusara de haberle sido infiel.
Esa noche, cuando entré en casa y me dejé caer en la cama agotada tanto física como emocionalmente, ni siquiera bajé a cenar. Lucas estaba algo preocupado, ya que salí de su habitación como alma que lleva al diablo detrás de mi novio, pero lo eché de allí.
Estaba enfadada con él. Si no hubiera sido por Lucas yo no estaría en la situación en la que me encontraba en esos momentos con Dilan .
Dilan y yo no teníamos discusiones más allá de elegir una película y el tipo de palomitas que comeríamos mientras tanto; pero desde que apareció Lucas en escena no había parado de tener peleas con él. Vale, sí; quizás Lucas no fuera el responsable de todas ellas, pero sí que era el responsable de mi estado de ánimo. Ese chico era tan exasperarte que me sacaba de quicio y me pasaba el día de mal humor.
Por otra parte estaba los sentimientos que había tenido cuando había estado con Lucas tumbada en su cama. ¿¡Qué demonios me estaría pasando en ese momento por la cabeza como para pensar tales cosas!? No quería tocar a Lucas, odiaba a ese chico y solo de pensar en nuestro roce de manos me daban arcadas.
-¿Estás bien Clau?
Como tenía el pie mal, a pesar de que ya no me dolía cuando lo apoyaba, en los entrenamientos me limitaba a sentarme en las gradas y a corregir a las novatas en sus movimientos. Normalmente estaba sola pero Bonni de vez en cuando se quedaba conmigo. Yo le decía que no hacía falta; era mi lesión, no la suya y no quería que perdiera práctica por quedarse sentada a mi lado, pero ella insistía y era demasiado cabezota como para llevarle la contraria.
-Sí -le sonreí, con la mirada ausente en cualquier parte del suelo.
-Claudina Manson, no intentes engañarme -me reprendió, ahogando un gritito- sé que no estás bien a si es que ni te molestes.
-¿Y si lo sabes? ¿Por qué me preguntas?
-Pura cortesía -se encogió de hombros con indiferencia.- Venga, dispara.
A pesar de que por dentro me encontraba hecha un asco, no le había contado nada sobre Dilan y lo que había pasado la otra noche noches; Bonni ya tenía suficientes problemas como para avasallarla con los míos.
-¿Si te lo cuentos me prometerás que no pondrás el grito en el cielo?
Suspiré con resignación y por primera vez desde que se había sentado a mi lado, la miré.
Bonni se llevó la mano al corazón y asintió con entusiasmo, a pesar de que tenía un semblante serio en lugar de su sonrisa habitual.
-Lo prometo.
-Vale -suspiré de nuevo. Cogí aire y me dispuse a relatarle todo lo que me pasaba por la cabeza; desde el embarazo de Dinna, hasta que no sabía en qué situación me encontraba con Dilan. Cuando terminé de contarle todo, mi amiga estaba mucho más seria y por su mirada pude deducir que se encontraba debatiéndose mentalmente en si salir corriendo y buscar a Dilan y ahogarlo con sus manos o quedarse a consolarme. Prefería la primera.
-Es un cabronazo. ¿Cómo se atreve a hacer eso?
La miré con reproche. Tampoco quería que se enfadara con él, no se lo había contado para eso. Dilan también era su amigo.
-No lo sé... me siento culpable yo.
-Tú no tienes la culpa nena -pasó su brazo por encima de mis hombros y tiró de mí hacia ella- no has hecho nada malo.
-Lo sé, pero si le hubiera dicho que Lucas estaba viviendo en casa...
No pude acabar la frase. Un sollozó ahogó las palabras a mitad de camino y me vi obligada a dejarlo estar. Hundí la cara en el hombro de mi amiga. Lo último que quería era que me vieran llorar.
-¡Eh! No te desanimes ¿vale? ¿Habéis hablado?
-No.
-¿Pero te ha llamado?
-Sí.
-¿Entonces?
¿Entonces? ¿Entonces qué? No sabía qué responder a esa sencilla pregunta. Estaba claro que me encontraba mal por estar en una situación así con Dilan, pero no quería ponérselo en bandeja de plata. Él había insinuado que no le era fiel. Se había pasado de la raya.
Al ver que no contestaba, Bonni soltó un suspiro y me abrazó con más fuerza, acariciándome el pelo con delicadeza. Normalmente en ese tipo de situaciones nos encontrábamos al revés. Bonni estaba en mis brazos mientras que yo la acariciaba. Mi amiga era una chica un poco ilusa y a pesar de tener un carácter de perros en lo referente a los chicos, en cuanto uno le hacía caso, ella se tiraba de cabeza al río; lo que le había costado más de un sofocón.
-¿Sabes que te digo? Que le den.
-Bonni... -sollocé, frunciendo el ceño.
-Venga ya, te ha acusado de ponerle los cuernos. Está claro que no lo vais a dejar, pero deja que se arrastre todo lo posible.
-Pero... -empecé a replicar.
-Ni peros ni nada y ahora -se levantó de un salto, tirando de mí para que la imitara- mueve ese culo -me dio un cachete en el muslo, lo que me hizo sonreír mientras me limpiaba las lágrimas- que hoy empiezan tus clases de ballet. Te llevaré.
-No hace falta que me lleves.
-Lo sé, pero quiero.
Se dio la vuelta hacia el resto de los componentes del equipo de animadoras, que se encontraban dando saltitos por todo el gimnasio y les gritó cuatro voces diciéndoles que hoy el entrenamiento terminaba antes de tiempo, que se podían marchar a sus casas. A algunos no les sentó demasiado bien, como Rizzo, la hermana de Scot, el chico que le gritó a Dilan que yo estaba para comerme y su séquito de pequeñas zorritas. A veces me preguntaba qué leches me estaría pasando por la cabeza para aceptarlas en el equipo. Pero a la mayoría les entusiasmó. A pesar de que nos estábamos preparando para el partido de fútbol que tendría lugar en unas semanas, Bonni era mucho más dura que yo, por lo que estaban agotados.
Estábamos entrando en el aparcamiento cuando pasó lo inevitable, Dilan estaba allí y parecía estar esperando a alguien; pues estaba de pie junto a su coche de brazos cruzados con la mirada fija en la puerta. En cuanto me vio, se le iluminó el rostro; por lo que deduje que yo era ese alguien.
Miré a Bonni desesperada en busca de ayuda, no quería hablar con él, no ahora, ya que sabía que en cualquier momento la hora de enfrentarse a la situación llegaría.
-Nena -me llamó, sonriendo.
Me paré de golpe en mitad de la carretera. Estaba paralizada, aterrada. Nunca había tenido una discusión tan fuerte con él por lo que era normal que tuviera miedo ¿no? Él debió de darse cuenta pues su sonrisa pasó a una mueca de tristeza, pero aún así, siguió avanzando hacia mí.
-¿Puedo hablar contigo?
Debería haber respondido algo, pero no lo hice. Seguía paralizada aferrando con fuerz el brazo delgaducho de mi amiga. Bonni se dio cuenta de ello y se puso entre medias de los dos con los brazos cruzados.
-Dilan, ahora no -le dijo con seriedad.
-¿De verdad Bonni? -se rio sarcásticamente- Es mi novia, tengo derecho a hablar con ella. ¿Verdad que sí, nena?
Me miró por encima del hombro de mi amiga, pero no pude aguantar más de un segundo su mirada dolida a si es que aparté la mía.
-Déjame en paz Dilan, no estoy de humor para hablar ahora -dije en un susurro.
Vi el dolor en su mirada, la incredulidad, la decepción... no se esperaba que le respondiera con algo semejante, pero ¿qué más podía decir? No quería hablar con él. No porque estuviera enfadada o algo por el estilo, sino porque estaba dolida por pensar una cosa tan atroz como que le había puesto los cuernos.
-Pe-pero... -vaciló, antes de proseguir- tenemos que hablarlo.
-Lo sé.
-¿Cuándo?
-No lo sé, pero ahora tengo que irme.
Me hice a un lado y esquivé a Bonni, que seguía de planta parada entre los dos. Al pasar por su lado, Dilan me agarró del brazo y un pinchazo de remordimientos se clavó en mi estómago. Las lágrimas volvieron a fulminarme los ojos, derritiéndose con cada segundo que pasaba.
-¿Me llamarás? -me preguntó, con un dolor en su voz que nunca antes había escuchado.
-Quizás -respondí, aunque ambos sabíamos que ese quizás era un no camuflado en una posible esperanza.
Hice acopio de todo el valor que tenía y me solté de él. Conté los pasos que me separaban del coche de Bonni para así concentrarme en otra cosa que no fuera lo mal que me sentía en esos momentos. Para olvidar la tristeza en los ojos de mi novio.
-Está arrepentido -dijo Bonni, poniéndose el cinturón de seguridad.
-Lo sé.
-Creo que deberías hablar con él.
-Lo sé.
Claro que debía hablar con él, lo sabía; sabía todo lo que estaba diciendo, no era tonta a pesar de que la mayoría de la gente se creyera que era así, solo... estaba retrasando el momento.

El grito que emitió la profesora Rita al ver mi tobillo vendado fue lo más cómico y horripilante que había escuchado en mi vida. Era bajita y muy delgada, demasiado para su edad, pero al ser menuda a penas se notaba. Siempre llevaba su pelo castaño -ya medio canoso por la edad- recogido en un moño en lo alto de la cabeza. Me recordaba a una muñequita de trapo.
-¿Qué le ha pasado a mi alumna favorita? -inquirió en un perfecto americano con un deje de acento ruso.
Si había una cosa por lo que Rita destacaba, a demás de ser una esplendida bailarina, era su sinceridad. Le daba lo mismo decir que yo era su alumna favorita en medio de clase. Quizás por eso el resto de compañeros solía mirarme con caras largas; a excepción de Mohamed, mi compañero de baile y mejor amigo desde que empecé en aquella academia.
-En un ensayo de las animadoras -sonreí con timidez, ya que sabía que las animadoras para la Sra. Rita eramos arpías disfrazadas de niñas monas.
-Oh, esos estúpidos entrenamientos te pasarán factura. -Me pasó los brazos por encima y me estrechó contra ella.- En fin, pues tendrás que esperar a empezar las clases. Puedes quedarte y ver cómo le doy voces a esta pandilla de vagos -miró a mis compañeros con el ceño fruncido, a pesar de que tenía una amplia sonrisa dibujada en el rostro- estoy segura que esta pequeña lesión no se cobrará mucho tiempo.
-Eso espero -sonreí.
Necesitaba distraerme y meterme en casa no iba a servir de ayuda ya que estaría Lucas rondando y no me dejaría tranquila, además, echaba de menos los gritos de frustración de mi profesora a si es que decidí quedarme.
Me dirigí a una esquina del estudio y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared, mientras esperaba a que la clase tomara comienzo. Estaba algo distraída, mirando de un lado para otro, pero me fijé en la puerta en el momento preciso. En cuanto lo vi, me olvidé del dolor y corrí hacia él. Hasta que no estuve en sus brazos pegada a él como si fuera una garrapata no me relajé.
Mohamed era un chico alto, guapo y fuerte. Tenía raíces egipcias y de hecho, parte de su familia vivía allí, pero su madre era americana, de Florida concretamente, por lo que solo iba a visitar a su familia paterna en vacaciones. Llevaba dos meses y medio sin verlo, desde que comenzaron las vacaciones de verano. Habíamos estado en contacto, pero no era lo mismo.
-Ratita -sonrió, estrechándome aún con más fuerza.
¨Ratita¨, así era como me llamaba. De pequeña, cuando se me cayeron los dos paletos a la vez y mientras que el resto de los niños parecían monos sin los dos dientes principales, yo era una especie de adefesio. Mohamed sabía que me disgustaba que se metieran conmigo, por eso, para restarle importancia a los comentarios despectivos del resto de la gente, comenzó a llamarme así, algo un poco incoherente ya que las ratas tienen dos dientes enormes.
-¡Dios! ¡Como te he echado de menos! -exclamé con la cabeza hundida en sus hombros.
-Y yo a ti, pequeña, pero me estás estrangulando.
-Ups.
Me dejé caer frente a él, observándolo de arriba a abajo. Cada vez que veía a ese chico me parecía mucho más alto. Medía como dos metros de altura, a si es que os podéis imaginar cómo me sentía yo con mi metro sesenta y ocho a su lado. Tenía unos brazos fibrosos debido a los años que llevaba practicando el arte de la danza y cogiéndome a mí, que a pesar de ser poca cosa, yo pesaba bastante. Su piel era oscura, lo había heredado de su padre y me sorprendió ver que se había rapado la cabeza, ya que normalmente solía llevar el pelo largo.
-¿Y eso? -pregunté, señalándole su coronilla al rape.
-Piojos -sonrió, mientras se pasaba la mano por su pelo afeitado.
-¿En serio? -abrí los ojos tanto que casi se me salieron de las cuencas. Mohamed era muy cuidadoso con su melena, por lo que me chocó que dijera eso.
-No, es broma -se rió, dándome un codazo.- Ya te contaré, tenemos que ponernos al día de muchas cosas.
-Y que lo digas -suspiré, resignada.
-¿Estás preparada? -Soltó su bolsa de deporte y me cogió en volandas, mientras me hacía girar entre risas.- Vengo listo para menear ese trasero, monada.

-No puedo -cuando me bajó, señalé mi pie vendado.- Como tú has dicho, tenemos que ponernos al día de muchas cosas.

6 comentarios:

  1. Al final me he vuelto a enganchar a tu novela jajajaja, cada vez que haces una me pasa.
    Cada vez haces a los personajes mejor, están con un carácter mas definido y les coges más cariño, en serio, se ve como vas mejorando y lo estás haciendo muy bien, ya tienes a otra lectora más ^.^

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    1. Sorry pero acabo de ver el comentario jajaja muchisimas gracias por comentar y seguir leyendo en serio :) ya te iba echando yo de menos :)

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  2. Por favor, sube el siguiente >.<

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