lunes, 25 de agosto de 2014

Capítulo 10.

El dolor de cabeza era atroz. Aún sigo sin entender por qué cuando menos quieres tus sentidos se desarrollan de tal forma que todo se multiplica por diez, jodiéndote la vida.
Después de haberme pasado prácticamente la noche en vela y con un sofocón monumental, no era de extrañar que me sintiera como una muñeca de trapo; es decir: vacía, frágil y asustada.
Había sido una noche muy rara, de hecho recordaba haberme sentido así; rara, porque no podía describir de otra forma el sentimiento de haber pasado la noche abrazada a Lucas, llorando como una mocosa mientras él me consolaba.
Cuando salí del baño y lo vi de pie, mirando la puerta de la que yo había surgido con cara de desdén, me quedé en un estado de incredulidad del que yo misma sabía que me iba a costar salir. Todas las emociones se amontonaron de golpe en mi pecho; el miedo, la incertidumbre, el terror, la vergüenza...
-¿Qué demonios haces aquí? -fue lo único que pude decir, esforzándome por no echarme a llorar. Pero al ver que Lucas no contestaba, que simplemente estaba de planta parada con sus ojos puestos en mí, perdí el control.- ¡¿QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ?!
Al parecer para ese chico no existían las palabras y me estaba sacando de mis casillas. Cualquier persona me habría pedido explicaciones; pero ¿explicación de qué? Ni siquiera sabía si me había escuchado o en qué narices estaba pensando.
Lucas avanzó hasta mí y se sentó a mi lado con la espalda apoyada contra la superficie esmaltada de la puerta y simplemente me abrazó. Sí; pasó sus brazos por mi cuerpo y me estrechó contra él. Quizás fue eso lo que me hizo venirme a bajo y empezar a llorar; porque no pude parar.
Me sentía inútil por no haber supuesto que alguien, en algún momento me descubriría, ya lo habían hecho ¿por qué no otra vez? Me sentí impotente por estar llorando delante de Lucas. Me sentí vulnerable y pequeña. Me sentí frágil y sobretodo decepcionada conmigo misma. Sabía las consecuencias que traería volver a jugar con eso, por entrar en un mundo del que no podía salir libremente, en el que los impulsos me controlaban y perdía la razón de ser; y yo había vuelto a caer. Y a pesar de todo, me sentía asustada porque sabía que Lucas se lo diría a mi padre.
-¿Qué haces?- sollocé contra su pecho, con los brazos inertes a cada lado de mi cuerpo.
-Abrazarte -susurró, con la barbilla apoyada en mi coronilla.
-¿Por qué no has salido corriendo a buscar a mi padre? Nana lo hizo.
-Yo no soy ella -sentenció y ahí supe que la conversación había acabado.
Fue breve, fugaz, pero a la vez... lo describiría como intenso. De haber sido cualquier otra persona, en esos momentos habría salido corriendo para publicarlo a los cuatro vientos, en cambio Lucas permaneció a mi lado toda la noche, sin despegarse de mí ni un segundo.
Supongo que en algún momento me quedé dormida, cediendo al cansancio ya que me encontraba en mi cama, arropada con una manta y la última imagen que guardaba en mi cabeza, de la noche anterior era la camiseta gris del muchacho.
*Dios mío... soy un desastre* suspiré mentalmente.
Si por mí hubiera sido habría permanecido en la cama durante todo el día, pero en mi casa, incluso los sábados, había que madrugar, aunque al parecer ese día me habían dado un poco más de margen, ya que cuando miré el reloj eran las diez de la mañana.
Retiré la manta y me dirigí directa al cuarto de baño. Tenía el cuerpo entumecido y me dolía la cabeza tanto que parecía que alguien estuviera cortándome las neuronas a pedacitos. Una ducha de agua caliente me reconfortaría, aunque fuera un poco.
Cuando me miré al espejo, vi mi cara roja e hinchada por el llanto. Unas ojeras oscuras bajo los ojos hacían que mi rostro pareciera más pálido de lo que en realidad era y el pelo negro enmarañado parecía un nido de cuervos.
-Desde luego, estás estupenda -dije, con una voz cargada de sarcasmo.
Era extraño que Nana no hubiera pasado ya por mi cuarto con la voz puesta en el cielo para levantarme de la cama. Yo no era una persona remolona, la verdad es que me gustaba madrugar, así aprovechaba más el día y sobretodo ahora que la fecha para la inscripción en la Universidad de Nueva York estaba cerca. Todavía no se lo había dicho a mi padre, debía hacerlo, más pronto que tarde, pero sabía cuál sería su respuesta y eso solo me llevaría a enfrentarme a él y cuando alguien se enfrentaba a Marcus Manson tenía la batalla perdida.

La gente normal solía hacer ejercicio y después ducharse, pues bien; yo no es que fuera del todo normal.
Tras meditarlo en la ducha, decidí que hacía un tiempo espléndido y que debía aprovechar mis últimos días de libertad antes de que Lucas le dijera a mi padre que había vuelto a las andadas y me había pillado, literalmente, con las manos en la masa; por lo que me puse unos short, una camiseta de tirantes y mis zapatillas de deporte.
Cuando abrí la puerta de mi habitación, observé que la casa estaba sumida en un profundo silencio; eso o que a mí todo se me antojaba extraño. No se escuchaba a Nana cantando mientras limpiaba el polvo o a las sirvientas fregando la loza del desayuno y preparando la comida.
Asomé la cabeza por la rendija de la puerta, no me apetecía encontrarme con nadie y mucho menos con Lucas.
Cogí una bocanada de aire, como aquello de que iba a sumergirme en una piscina y salí corriendo pasillo adelante como una exhalación. Rezaba porque Nana no estuviera al pie de las escaleras con su sonrisa radiante para darme los buenos días. No es que fueran precisamente unos buenos días.
Estaba casi llegando al último escalón; solo me separaban un par de pasos de la puerta, unos míseros pasos; incluso me estaba felicitando a mí misma por haberlo logrado cuando por el rabillo del ojo vislumbré a Lucas salir del salón. No me dio tiempo a parar y me lo llevé por delante. Por suerte, los reflejos del muchacho estaban a mil años luz de los míos y tuvo la genial idea de apoyarse en la pared.
-¡Joder! -refunfuñé entre dientes, acariciándome el brazo.
Una de las manos de Lucas descansaba sobre la zona baja de mi espalda, la otra en la pared. Levanté la mirada, dispuesta a pedirle perdón, pero al ver esos ojos cristalinos, toda palabra fue inútil. Una sensación incómoda me invadió y de repente todo me pareció absurdo. ¿Qué iba a hacer? Me olvidé por completo de todo.
-Esto.. yo.. eh... -decidí callarme antes de meter la pata aún más y me marché corriendo.
Dejé que la puerta se cerrara sola tras de mí con un sutil portazo. ¿Qué narices había sido eso? Acababa de dejarme sin una mísera palabra que decir. Un simple ¨lo siento¨, solo tenía que haber dicho eso y no había sido capaz. Pero... ¿por qué? Es decir... ¿por qué lo sentía? ¿Por haberme pasado la noche abrazada a él y llorando o por haberme dado de bruces contra su pecho?
Me sentía fatal por él; pero ¡venga ya! Estaba hablando de Lucas; el mismo Lucas que con doce años me había jodido la infancia con sus insultos y poniendo a mi hermano de su parte para hacerme las mayores perrerías que se le podían hacer una cría de diez años. Me insultaba, se reía de mí y me humillaba.
* Si en dos horas no estas dentro del coche de tu padre en dirección a un centro psicológico, probablemente lo use en tu contra. *
De repente una rabia creciente se apoderó de mí. Rabia por haber sido tan débil y tan estúpida y sobretodo por haberme quedado sin tan siquiera una mísera palabra que decir. Había sido débil y me había dejado llevar; pero no volvería a ocurrir.

Cuatro kilómetros después, dos litros de sudor de por medio y un agotamiento tanto físico como mental, estaba medio derrumbada contra la puerta de mi casa.
El cálido aire de finales de septiembre chocaba contra mi piel y movía las pequeñas hojas de los árboles de los cuales, pronto no habría ni una. Richard estaba junto a los arbustos, a veces hacía la función de jardinero.
-¿Mañana ajetreada Señorita Claudina? -preguntó con una sonrisa en los labios a modo de saludo.
Solo estaba siendo amable, pero acababa de pronunciar las dos palabras que más odiaba en toda mi vida; señorita y Claudina y lo había hecho en una misma frase.
Con un humor de perros y el ceño fruncido, giré sobre los talones y me metí en casa dando un portazo. ¿Por qué me había levantado? ¿Qué tenía el mundo en contra mía? De hecho, deberían haber existido unos dispositivos que te advirtieran de qué día debías levantarte de la cama y cuál no. Seguro que me habría ahorrado muchos disgustos.
-Buenos días Clau.
Nana y su simple y simpático saludo. Estaba tardando. Iba a replicarle, a decirle que no me llamara Claudina y a gritar enfierecida que dejara de llamarme ¨Señorita Claudina¨; pero entonces me percaté de que me había llamado Clau.
Atónita, la miré con los ojos como platos y la mandíbula desencajada.
-¿Qué? -pregunté desorientada, parpadeando.-¿Me has llamado Clau? ¿Solo Clau?
Nana se echó a reír y se marchó, dejándome con cara de gilipollas en el recibidor. Lucy, que estaba por allí cerca también comenzó a reírse. Debió de haberme visto la cara. Su pequeña risilla provenía del salón. Lucas y ella estaban sentados en el sofá, mirándome divertidos.
-¿¡Qué!? -chillé, abriendo los brazos de par en par.
No sé qué era lo que me esperaba; ¿que echaran a correr porque la temible Claudina había despertado? ¿que me pidieran perdón? ¿que se echaran a reír aún más? Sí, quizás sí.
Solté un gritito de frustración y subí de nuevo a mi habitación. Echaba de menos los días en los que simplemente tenía que levantarme y las únicas personas que estaban en casa fueran Nana, Richard y las cocineras. Oh... qué días aquellos.
Como era de esperar, el portazo que di cuandoo entré en mi habitación fue tal, que retumbaron las paredes; incluso un trozo de pintura calló de lo alto del techo. Probablemente por eso me caería una bronca. Solo hacia acumularlas.
-Lo mejor será que te des otra ducha, te relajes y...
Algo extraño e inusual hizo que dejara la frase a medio acabar. Sobre mi cama descansaba una bandeja de plata con dos vasos, uno cargado con un líquido naranja, lo que supuse que sería zumo y otro con leche, junto con un bol de cereales integrales, una bolsita de Cola-Cao y un cuenco con fruta fresca. También había una nota que rezaba: Disculpas aceptadas.
-¿Pero qué...?
¨Disculpas aceptadas¨; ¨disculpas aceptadas¨... me senté sobre la cama, con cuidado de que la bandeja no se volcara y vertiera su contenido sobre la colcha. Con la nota aún en la mano, empecé a darle vueltas entre los dedos repitiendome las palabras una y otra vez. ¿Disculpas aceptadas? ¿A quién demonios le había pedido perdón? Mejor dicho, ¿ a quién demonios no se lo había pedido?
* ¿Disculpas aceptadas? * Pensé.
Como si la escena se estuviera repitiendo, sentí el calor del pecho de Lucas contra el mío y el tacto de sus dedos descansando en mi espalda. Un momento de vacilación me llevó a sonreír como una boba a la nota que aún sostenía entre mis dedos, pero al darme cuenta de ello mi reacción se pareció más a la de un pitbul con la rabia que a la de un corderito agradecido.
Sin ser consciente de que la cama era un sitio inestable, me puse en pie derramando el zumo y la leche sobre la colcha. Tras un par de maldiciones por mi parte, salí de la habitación como un tornado. Bajé las escaleras dando grandes zancadas y pisotones para que Lucas supiera la que se avecinaba, pero para mi sorpresa, no estaba en el salón; solo estaba Lucy, su hermana.
-¿Y Lucas? -pregunté con un tono demasiado austero.
-En su habitación, creo -respondió la chiquilla con indiferencia, encogiéndose de hombros.- ¿Ha hecho algo?
-Ya lo creo que sí -murmuré entre dientes, mientras deshacía mis pasos.
Pasé de formalidades y ni siquiera llamé a la puerta, directamente tiré del pomo hacia dentro, sin cavilar la posibilidad de que tal vez pudiera estar ocupado, duchándose o mucho peor... en bolas. Por suerte no fue así.
Lucas estaba tirado sobre la cama con lo que me pareció una revista de música apoyada en su barriga. No debió de escucharme llegar hasta allí, porque cuando bajó lo que estaba leyendo, para mirarme, su expresión fue de clara sorpresa.
Sin esperar a que me invitara a entrar, cerré la puerta y me acerqué a él, tirándole la nota a la cara.
-¿Qué cojones es esto?
-¿Sabes? La gente normal suele llamar a las puertas, así: -dio un par de golpecitos sobre la mesita de noche mientras se sentaba en la cama- ¿ves? No es difícil; solo tienes que dar con los nudillos y...
-¡Lucas! -chillé
Me había cansado de sus jueguecitos. Sabía perfectamente cómo se llamaba a una puerta, no era tonta; solo estaba enfadada.
-¿Qué?
-¿Qué es eso? -repetí, señalando la nota, esta vez omitiendo el taco.
El muchacho la cogió y la leyó o al menos hizo que la leía, no lo sé muy bien. El silencio me estaba poniendo enferma.
-Es... una nota.
-Muy listo. ¿Qué hacia en mi habitación?
-Yo qué sé, tu sabrás es tu habitación -sonrió, con los ojos puestos aún en el trozo de papel.
Me estaban entrando ganas de rodearle el cuello con mis manos y aplastarselo hasta que la cara se le pusiera de color morado. La habilidad que tenía ese chico para sacarme de quicio no la tenía nadie.
-¿Se puede saber a qué estás jugando? -solté por fin, haciendo un esfuerzo para no echarme a llorar allí mismo.
-Clau... -suspiró.- Esta bien, me he pasado, lo siento. Solo quería tener un detalle contigo.
-¿Por qué?
El chico se irguió en su sitio sorprendido por mi pregunta y me miró con cautela, como si fuera un animalillo asustado. En realidad, quizás tuviera esa pinta, de animalillo asustado.
-¿Por qué, qué?
-¿Por qué quieres ser amable conmigo? -apreté los puños a ambos lados, haciendo fuerzas para no perder el control.
-¿Te sorprende que quiera ser amable contigo? -soltó una carcajada llena de amargura.
Un destello plateado procedente de su boca me distrajo durante un segundo; ¿tenía un pendiente en la lengua? Caray, ese chico era un mosaico andante.
-Sí -solté, tajante.- Tú no eres así.
-¿A no? -dio un paso hacia mí, pero retrocedí-¿ y cómo soy según tú?
-El Lucas que yo conozco... -callé por un momento, no sabía qué decir. El Lucas que yo conocía no era ese, eso estaba más que claro, pero una vocecita en mi cabeza me decía que no debía confiarme.
-¿Sí?
-Lo de anoche...
-A si es que es eso lo que te preocupa- dijo más para sí que para mí.- Mira si lo que te preocupa es que se lo diga a alguien, puedes estar tranquila. No lo haré.
-¿Por qué? -medio sollocé.
-¡Dios! ¿Quieres dejar de preguntar por qué? -Pasó los dedos entre su pelo con aire frustrado. Lo estaba alterando.- No sé cómo sois las niñatas pijas de por aquí, pero yo jamás haría eso. Es una enfermedad, estás enferma, por muy cabrón que piensas que soy no te haría eso.
*Es una enfermedad. Estás enferma* Fue lo único que escuché. Una simple frase; cinco palabras... ¨es una enfermedad. Estás enferma¨. Por un momento me vi transportada al día en el que mi padre se enteró y decidió llevarme al psicólogo; sus palabras fueron las mismas.
Noté algo húmedo en mi mejilla y entonces fui consciente de que la presión me había podido y había empezado a llorar. Lucas me miraba sin saber muy bien qué era lo que pasaba; no era consciente de lo que sus palabras me había hecho. Habían sido como una jarra de agua helada sobre mi piel.


  Sin saber muy bien el cómo o el por qué, la rabia se apoderó de mí y tomó posesión de mi cuerpo; cuando quise darme cuenta la palma de mi mano ya estaba impactando contra la cara del muchacho. Aprovechando el momento de incredulidad, me marché de allí antes de que pudiera añadir nada más. Ya había tenido suficiente.

5 comentarios:

  1. Diooos *_* me ha encantado el capitulo ha sido genial. Ya estaba ansiosa por leerlo, habias desaparecido :'( me encantas tu y todas tus novelas. Simplemente incomparables, el problemilla es que a veces te demoras DEMASIADO en subir capitulo y me dejas con toda la intriga, pero que sigues siendo genial besitoos :* :)

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  2. OMG! *-* me has matao' con lo de Lucas.. madre mia del amor hermoso. Necesito leer el siguiente urgentemente. Me parece muy fuerte lo de que le a dicho que estaba enferma. Pero de que va? Se nota que no entiende como es Clau.. joder sube prontoo :'(

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    1. No entiende como es Clau o simplemente senpreocuoa por ella y no sabe como demostrarselo jajajaja

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    2. Pues mas bien va a ser lo tuyo que eres la que lo escribee. DIOS MIO :'( Sube ya que no puedo esperar...

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  3. Capitulazoooooooooooo! Me encantan tus novelas, el unico fallo es que tardas en subir un capitulo :( Se hace muy larga la espera! Un besitooooo

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