-¿Es que no piensas darle ni un solo mordisquito? -preguntó
Bonni, empujando el plato hacia mí.
Había pedido una
hamburguesa de toffu, no me gustaba comer carne, la verdad es que me sentía un
poco monstruo si lo hacía. Pensar que un pobre animalito había muerto solo para
que yo pudiera alimentarme me resultaba sucio y depravado. Ahora que tenía el
plato delante, se me había pasado el hambre. Tenía el estómago cerrado por no
mencionar que no veía comida, solo veía calorías y carbohidratos por todos
lados. La psicóloga me dijo que tardaría tiempo en recuperarme, pero no pensé
que tanto.
-No tengo hambre -mentí, empujando de nuevo el plato hacia
ella.
-Venga, solo un mordisquito -dijo con voz de niña pequeña,
devolviendo el plato hacia mí.
-No -sentencié, empujando de nuevo el plato- y no vayas por
ese camino.
Bonni tenía una
cualidad especial, de hecho cualquiera diría que era una de esas mutantes de
las pelis de los X-men. Sabía muy bien cómo hacer que la gente hiciera lo que
quisiera; solo tenía que mirarte con los ojos muy abiertos y poner voz de niña
de dos años y … voila, acababas en su red.
-Entonces ¿por qué te la has pedido? -intervino Dinna,
dándole un sorbo a su vaso de coca cola.
-Antes tenía hambre y ahora no -me encogí de hombros- así de
simple.
Bonni me miró tras
sus nuevas gafas de pasta, las cuales no necesitaba porque veía perfectamente,
al menos la última vez que la vi, por lo que estaba más que segura que solo se
las ponía por moda.
-¿Clau?
-¿Qué?
-¿No estarás de nuevo....? Ya sabes.
La pregunta del
millón. Si me hubieran dado un dolar cada vez que me escuchaba esa pregunta,
estaba segura que podía ser billonaria, trillonaria o algo por el estilo.
-No, Bonni, no -suspiré. Sabía que si no hacía lo que ellas
querían, la que saldría mal parada sería yo, porque no pararían de insistirme
en que me comiera la hamburguesa, por lo
que mejor ahorrar sufrimiento.- Si le doy un mordisquito... ¿me dejaréis en
paz?
-Sí -sentenciaron las dos al unísono.
-Bien.
Vale, decir que no estaba
hambrienta era una estupidez porque realmente me estaba muriendo de ganas de
incarle el diente a esa hamburguesa que parecía que me estaba gritando
¨¡cómeme!¨ desde el plato. Pero yo sabía que no iba a ser un mordisco, sino que
serían dos, tres y cuatro... y acabaría toda en mi estómago; luego vendría la
culpabilidad y el lugar donde iría a parar sería al váter.
-Ya está -tiré la hamburguesa de nuevo al plato. Solo le
había dado un mordisco, pero todo mi cuerpo de decía que le diera otro.
-Toda -dijo Bonni, señalándola con el dedo índice.
-¿¡Qué!? Dijisteis un mordisco.
-Clau, cielo... -Dinna me miró con compasión, estaba
sintiendo pena por mí. Normal, yo también lo habría sentido en su lugar.-
¿Cuánto pesas?
Pregunta que
encabezaba la lista de cosas que odio. ¿Que cuánto pensaba? No lo sabía, había
dejado de subirme sobre esa máquina del diablo hacía un tiempo, porque solo me
traía disgustos.
-No lo sé; la última vez que me pesé... creo que eran
cincuenta y cinco kilos.
-¡Joder tía, si estás genial! -exclamó Bonni dándome una
palmadita en el hombro.
Sí, estaba genial
para ella, para Dinna o Dilan, para mi padre, Nana, Richard, Nina... pero no
para mí. Hacía tiempo que había dejado de estar genial para mí.
-Tienes un cuerpo estupendo, cómetela anda -sonrió Dinna
frente a mí.
Por suerte los chicos
se habían ido a pedir unos batidos y no estaban en la mesa, sino, me habría
muerto de la vergüenza. Solo les faltaba abrirme la boca y meterme la
hamburguesa a presión.
-¡Está bien! ¡Está bien! -resoplé, poniendo los ojos en
blanco- me la comeré.
Iba a tener que darme
una buena tupa en el estudio cuando llegara para bajar todas las calorías que
me estaba metiendo en el cuerpo.
No recuerdo el día
que empezó todo, exactamente, solo que empezó y punto. De pequeña había sido
una niña regordeta, pero en cuanto empecé las clases de ballet a los nueve
años, lo perdí todo. Supongo que todos los niños a esa edad suelen ser gorditos
o al menos eso me decía mi padre y Nina para consolarme.
En el mundo del
Ballet son muy exigentes con las medidas, no te piden que seas una loncha de
pavo, pero sí que te conserves delgada. Quizás fue a raíz de ahí cuando empecé.
La verdad nunca antes me había visto gorda, simplemente un día me levanté, me
miré al espejo y dije: estás gorda. Ahí empezó todo.
Como mi padre apenas
pasaba tiempo en casa ni siquiera se dio cuenta de que su hija se estaba
metiendo los dedos hasta la garganta después de cada comida; en realidad fue
Nana la que me pilló. Un día después del desayuno fue a llevarme el uniforme
limpio de la escuela y me escuchó. Ella ya sospechaba que algo no iba bien en
mí y bueno, ese día se topó con el pastel en toda la cara. Mi padre puso el
grito en el cielo y Nina cuando se enteró... bueno, no dijo nada, supongo que
estaba acostumbrada a ese tipo de cosas trabajando entre modelos escuálidas. En
realidad a la que más le afectó fue a Nana.
Me llevaron al ¨mejor
psicólogo de Los Ángeles¨ para ¨ayudarme¨, todo esto, por supuesto en el más
absoluto de los silencios. La prensa no podía enterarse que la hija de uno de
los mejores abogados de todo el país era bulímica. Patético.
Si os digo la verdad,
las sesiones con la doctora Maya me vinieron bastante bien, pero estaba
volviendo a recaer y a pesar de que estaba muy preocupada por ello, no quería
decírselo a nadie.
-Ale, ya está. ¿Contentas?
Como había supuesto,
me la comí entera. Ahora me sentía mucho mejor, el estómago había dejado de gruñir, pero la vocecita
había aparecido.
-Muy bien, así me gusta -aplaudió Bonni.
-Estúpida -la empujé con una carcajada. Miré los asientos
vacíos de nuestra mesa. Los chicos aún no habían llegado.- ¿Qué narices están
haciendo? ¿Pidiendo batidos o fabricándolos ellos mismos?
-¿Fabricar? ¿Esos tres? -los señaló. Estaban apoyados en la
barra, esperando a que los atendieran.
Sonreí ante la idea
de ver a Steff, Marcos y Dilan haciendo batidos o cualquier otro tipo de
comida; era gracioso.
Dilan se dio cuenta
de que lo estaba mirando y me sonrió, guiñándome un ojo. Era tan guapo... y lo
mejor de todo es que era mío. Nos conocimos en uno de los entrenamientos rutinarios
de las animadoras; él pasaba por allí con sus colegas para ir a entrenar
mientras que yo estaba en plena acción. Yo ya había oído hablar de él, de hecho
me parecía el chico más guapo de todo el instituto, pero no sabía si él había
oído hablar de mí hasta que varios días más tarde, en el cumpleaños de Steff se
me presentó. A partir de entonces no nos habíamos separado.
-Se te va a caer la baba -rio Bonni, empujándome con su
hombro.- ¿Qué tal con Dilan?
-Bien -sonreí como la niña tonta que era cuando estaba cerca
de él- la verdad es que bien.
-¿Cuánto ha estado fuera? ¿Dos semanas?
-Sí, ¿por?
-No, por nada -se rieron mis dos amigas.
-Vamos que esta noche... - Dinna me miró, arqueando las cejas
una y otra vez- ya sabes...
-Sí, ya sé y cállate – susurré, agachando la cabeza para que
los chicos no me vieran tan colorada.
No me gustaba
hablar sobre mi vida sexual; era algo íntimo, demasiado íntimo como para
hablarlo en un local donde podía escucharme cualquiera.
-Bonni, ese es mi sitio -Dillan la miró con los ojos
entrecerrados, pero no pudo aguantar la seriedad y se rio- ¿me dejas?
-Claro, cómo no voy a dejar a los tortolitos juntos.
-Gracias. Toma cielo -me dio un beso en la mejilla- tu batido
de frutas del bosque.
-¿Qué? -pregunté sorprendida. No había pedido nada.
-Es tu favorito ¿no?
-Esto... eh... sí, pero no había pedido nada. No tengo
hambre.
-Lo sé, por eso te lo he pedido yo. Venga nena, un día es un
día -pasó su brazo por encima de mi hombro y me atrajo hacia él, hasta que
quedamos pegados- ¿puedes decirle a esa mente controladora que se vaya un rato
a paseo? Me gusta más la otra.
Se inclinó sobre mí
hasta que sus labios tocaron los míos. En cualquier otro momento le habría
devuelto el beso, pero su comentario me había sentado mal; muy mal. Era como si
se lo tomara todo a risa y eso a mí, no me hacía gracia.
Los árboles del paseo
eran como manchas verdes y marrones que circulaban borrosas a mi lado. Iba en
el coche de Dilan, se había ofrecido a llevarme a casa y aunque habría
preferido que me acompañase Bonni, no podía negarme. Era mi novio.
Al final tuve que
tomarme el dichoso batido, aunque cuando me decidí o mejor dicho; me
convencieron; ya estaba algo caliente. No me había sentado nada bien.
Las palabras de Dilan
resonaban en mi cabeza ¨¿puedes decirle a esa mente controladora que se vaya un rato a paseo? Me gusta más la
otra.¨ ¿A caso se pensaba que a mí me gustaba pasarme el día entero calculando
qué llevaría esto y qué lo otro? Porque la respuesta era un no rotundo y en
mayúsculas. A mí también me gustaba la Claudina alegre que había sido, la que
no se preocupaba por su aspecto y simplemente disfrutaba de lo que hacía. Si hubiera
podido hablar con ella de nuevo, le habría soltado cuatro sopapos el día que
decidió dejar de ser quien era.
El coche se detuvo
frente a la puerta de mi casa. El Mercedes de mi padre no estaba por lo que
supuse que tenía la casa para mí sola. Cualquier otra persona con dos dedos de
frente habría aprovechado la oportunidad para invitar a su pareja a entrar y montárselo
dentro; pero estaba algo molesta con Dilan, a si es que ese plan tendría que
esperar.
-Vale, llevas todo el camino en silencio ¿qué te pasa?
*Me pasa que llevo dos semanas sin ver a mi novio y ha sido
un poco capullo conmigo. Eso es lo que me pasa * Pensé.
-Nada.
-Clau... -dijo con tono condescendiente. No era tonto, sabía
perfectamente que me pasaba algo.- Llevamos dos semanas sin vernos y cuando
estaba en Colorado solo pensaba en que cuando llegara estaría contigo. No sé
¿podrías ser un poco más cariñosa? Joder.
Claro que podía ser
un poco más cariñosa, el asunto es que no me apetecía ser más cariñosa. El día
había empezado siendo un día de mierda y me daba la sensación de que acabaría
siendo un día de mierda. No sé, ¿qué se suponía que debía decir? ¿lo siento por
no estar lo suficientemente amable como esperabas que estuviera? Lo siento,
todo el mundo tiene derecho a un día malo ¿no?
Estuve dándole vueltas
un nanosegundo a si decirle o no que me había sentado mal su comentario en el
Javas, pero él tenía razón. Hacía dos semanas que no nos veíamos. No era momento
de discutir.
-En serio; no es nada, es solo que sigo mosqueada por lo de
mi padre... ya sabes.
-Es tu padre -comentó, restándole importancia al asunto- ya
sabes como es.
-Ese es el caso, que sé cómo es y aun así me sigue
defraudando.
-Ven aquí, anda -suspiró.
Apretó el botón de
mi cinturón de seguridad para librarme de él y tiró de mí hasta que prácticamente
quedé sentada encima de él. Al instante nuestros labios estaban unidos el uno
al otro.
Al principio solo
fue un beso, pero al segundo se convirtió en algo más. En esas dos semanas que
llevábamos sin vernos en ese deseo mutuo del uno por el otro, en el placer del
hormigueo en el estómago... simplemente es magnífico.
Introdujo sus manos
por mi camiseta acariciándome la piel erizada de la espalda a la vez que yo
introduje mis dedos en su pelo, pasando por la nuca y llegando a sus brazos. No
sé qué era lo que tenía ese chico, pero cada vez que me besaba me sentía como
una niña tonta a la que le acaban de comprar una piruleta de colorines.
Me encontraba bajando
las manos por su pecho, ansiosa de tocar ese abdomen duro y definido justo
cuando mi móvil empezó a vibrar. Me separé de él y volví a mi asiento. Era mi
padre. No tenía ganas de hablar con él, pero para una de las pocas veces que me
llamaba, tendría que cogerlo.
-No respondas -me suplicó Dilan, con la voz entrecortada.
-Es mi padre, Dilan.
-Da igual.
Se arrastró hasta mí
y empezó a besarme de nuevo, pero yo me aparté. Antes de volver a caer rendida
al deseo y descolgué.
-¿Sí?
-Cielo, soy papá -dijo, como si no fuera algo obvio.-¿Dónde
estás? Es tarde.
-Estoy en.. eh...
Cavilé la posibilidad
de mentirle y decirle que no me encontraba dentro de lo que él llamaba ¨el
perímetro de seguridad¨; sobre todo cuando Dilan empezó a tomarse la justicia
por su mano y decidió que lo más apropiado mientras hablaba con mi padre era
darme besitos en el cuello. Él sabía que no podía resistirme a los besos,
caricias, susurros... lo que fuera que estuviera siendo realizado en mi cuello.
De hecho; ¿quién demonios era capaz?
-Estoy fuera, en seguida entro -dije con un suspiro,
intentando controlar el tono de mi voz.
-Oh, vale cariño. Solo llamaba para decirte que te he dejado
algo en tu cuarto y que Nina y yo hemos salido a cenar, ¿vale?
-Está bien -suspiré. ¿Qué me esperaba? ¿Que estuviera
esperándome con los brazos abiertos al llegar a casa? Mi padre no era ese tipo
de padres. -Adiós papá.
Colgué antes de que
pudiera decirme cualquier otra chorrada más y lancé el móvil al salpicadero.
Estaba harta de mi padre, se pensaba que podía comprarme cada vez que hacía
algo que me dolía y me había cansado.
-¿Sabes? -Pasé una
pierna por encima de Dilan, quedando así sentada a horcajadas sobre su regazo.
Él me miró sorprendido.- Tienes razón, estoy muy poco cariñosa.
Empecé a moverme sobre
él mientras que pasaba de su boca a su cuello con pequeños besitos que sabía
que lo volvían loco. Hacía tiempo que no teníamos sexo y lo cierto es que me
apetecía aunque estuviera en la mismísima puerta de mi casa. Mi padre no estaba
y dudaba mucho de que Nana o Richard estuvieran pendientes de si me lo montaba
o no con mi novio en su coche.
Tardó escasamente dos
segundos en desabrocharme el sujetador y agarrarme el pecho con ambas manos, lo
que me dio a entender que él estaba igual que yo... o incluso peor. Pasé mis
dedos por sus brazos acariciando cada punto de su piel, empapándome de él y
saboreándolo con cada célula de mi cuerpo; aunque como siempre, el problema
llegó en cuanto fue a quitarme la camiseta.
Sobresaltada, le di
un empujón en el pecho y me aparté de él con la respiración entrecortada. Me
apetecía hacerlo, de verdad que sí, pero ¿no podía hacerlo con la camisa
puerta?
-¿Qu-qué pasa? -su voz sonó jocosa y entrecortada- ¿he hecho
algo malo?
-N-no, es solo que... buf -resoplé, quitándome de encima no
sin antes abrocharme el sujetador.- Nos vemos mañana ¿vale?
Cogí mis cosas y le
di un beso rápido en la mejilla para después marcharme a toda prisa. Salí del
coche con un portazo, dejando a mi novio con cara de pasmado y un calentón del
quince.
No sabía por qué,
pero siempre que llegábamos a ese punto, -al menos las últimas veces-siempre,
siempre actuaba de la misma manera. Dilan ya me había visto desnuda, de hecho
perdí mi virginidad con él, pero el hecho de que me viera de la misma forma en
la que me veía yo, me daba miedo. Miedo a que me viera realmente como era y que
se avergonzara de mí. Lo quería demasiado como para que eso ocurriera.
Entré con cuidado en
el vestíbulo; no me apetecía ver a nadie y lo más probable es que Nana
estuviera rondando por allí, a si es que intentando hacer el menor ruido
posible, subí las escaleras hasta mi cuarto a toda velocidad. Cuando entré, me
dejé caer sobre la puerta con un suspiro de alivio. Estaba a salvo.
Mi habitación era
normalita, lo más normalita que una hija de un padre rico podía tener. La cama
estaba en el centro, vestida con una colcha blanca salpicada de mariposas de todos los colores.
Mamá me la compró cuando era pequeña y no quería deshacerme de ella; estaba
algo vieja, pero el cariño que le tenía era sobrehumano. También había un escritorio con
su ordenador, papeles y el tipo de cosas que tenía un escritorio. A ambos lados
de la puerta había dos estanterías enormes repletas de libros. Leer siempre
había sido uno de mis pasatiempos favoritos, después de bailar; y colgada de
una de las esquinas de estas estaban mis zapatillas de ballet. A la izquierda
había una ventana enorme con su banco respectivo donde podía sentarme a leer y
al lado estaba la puerta que daba a mi ... armario; es decir, otra habitación
llena de ropa, zapatos y complementos. A la izquierda estaba el cuarto de baño;
formado por una ducha, un lavabo y váter y un jacuzzi. Me gustaba no tener que
compartir baño.
Algo más calmada,
recordé que mi padre había dicho que me había dejado algo en mi habitación.
Eché un vistazo, pero no vi nada fuera de lo normal, a excepción de una caja
rectangular sobre mi mesita de noche.
Me acerqué y la abrí;
cuando vi lo que había dentro no sabía si llorar, gritar o pegar a alguien. * ¿En
serio? ¿Una caja de bombones? * Resoplé frustrada.
Mi padre se estaba
riendo de mí, no me cabía duda. Lo más triste de todo es que eran mis bombones
favoritos. Papá y yo los solíamos comprar cuando era pequeña. Me extrañaba que
aún se acordara de eso.
Había una nota en la
que ponía ¨Espero que te gusten. Te quiere: papá¨. Típico en él.
Tiré la caja sobre la
cama y me puse el pijama, aunque no pude apartar la mirada de ellos. Cuando acabé,
me senté con la caja entre las manos. Podía comerme uno, a pesar de que ya me
había saltado la dieta con el batido y la hamburguesa, pero... no era la
primera vez que me daba un atracón y luego me arrepentía.
Si era capaz de
comerme solo uno y luego parar, ganaría y me demostraría a mí misma que tenía
la suficiente fuerza de voluntad como para poder seguir adelante, sino...
Quité e lazo y abrí
la caja. Había una gran variedad; desde chocolate blanco hasta tres chocolates
con almendra. No sabía cuál escoger; los quería todos y se me estaba haciendo
la boca agua.
Decidí que el mejor
sería el bombón de chocolate blanco; a pesar de que todos tenían una punta
estupenda, ese era el que más me gustaba. En el momento en el que le di el
mordisco de gracia y sentí el licor expandirse por mi boca junto con el sabor
del chocolate, perdí la cordura.
*Estúpida gorda de mierda*.
Sin pensármelo dos
veces salí corriendo hacia el cuarto de baño. Me temblaban tanto las manos y
estaban tan sudadas que me costó abrir la puerta y tuve que agarrar el pomo con
la camiseta del pijama. Al entrar, levanté la tapadera del váter y me dejé caer
en el suelo, derrotada.
Lo había hecho; lo
había vuelto a hacer; dejar ganar al ansia y perder a la cordura. Hacía tiempo
que no me daba un atracón, normalmente los solía tener bajo control, pero
cuando me daban... me resultaba imposible parar. La doctora Maya decía que me
iba a costar y cuando me dijo que las sesiones habían acabado, me sentí libre y
segura de que podía comerme el mundo, no literalmente, obvio, pero me sentía
llena de fuerzas. Pero aquí estaba, sentada en el suelo con la cabeza apoyada
en la taza del inodoro. Qué patético.
Es muy triste verte
reflejada en el agua de un váter; saber que es el único que puede comprenderte
y que a pesar de que te ve vomitar todos los días, no dirá nada. Realmente es
muy triste y yo lo sabía; pero era la única forma de sentirme bien y de alejar
la vocecilla que me gritaba, que me insultaba... que me consumía.
Me levanté despacio,
sin apartar la mirada del reflejo de mis ojos en el agua y simplemente lo hice.
Era mucho más fácil
cuando no pensaba en ello.
Hola hola hola! Me echabas de menos verdad? Sigo enfadada contigo pero no quiero que te deprimas con la nueva novela y por eso comento.
ResponderEliminarEl 1 capítulo ya lo había leído antes no se si te acuerdas. Así que del primer capítulo no digo nada porque ya lo dije en su día xD
El prólogo me ha gustado bastante, aunque pensé que se quedaba huérfana xd
Y bueno, en 2 genial, y aquí viene mis imaginaciones!
-No me cae bien Dylan, ni Bonnie ni Dinna. Ninguno me cae bien, me transmiten mucha desconfianza.
-Dylan me da que le engaña xd
-Esto espero no ofenderte, pero sinceramente no me gusta nada que la chica sea bulimica xD Me entristece porque muchas veces me han acusado de eso y de anorexia xD Pero la voy a leer porque tus novelas me encantan
-Espero que tu todo esto te lo imaginas y no es porque tu seas bulimica eh! Que te mato!
-Mmm, me encanta que pongas fotos xD Aunque eso ya lo sabes
-Dime por favor que no se va A enamorar de su profesor otra vez xD Demasiado con Carter (Me sigue dando pena)
-Yeah no se que más decir u.u
Te quiero musho y siguela!
Ains.... desenfadate ya jope T_T jajaja es que eres la única que me comenta T_T
EliminarNo sé que decirte a los puntos que has puesto porque son muy generales pero a la vez importantes entonces prefiero callarme y lo del profesor... no, esta vez no se enamora del profesor XD
Me too ;)