jueves, 24 de julio de 2014

Capítulo 6.

  Un chico moreno vestido con una camisa blanca abotonada hasta el cuello y unos vaqueros desgastados por las rodillas, al igual que las converse negras de tela que llevaba, estaba encaramado en la puerta. Los músculos de ambos brazos se le marcaban bajo la camisa debido a la fuerza que estaba ejerciendo para sostener las dos maletas de piel con sus pertenencias. Bajo la tela de la camisa se le transparentaban unos intrincados dibujos que no llegué a distinguir pero que claramente se veían que eran tatuajes y no un motivo de la camisa. El pelo oscuro y despuntado le caía sobre los ojos indicando que necesitaba un corte urgente, pero a la vez el toque despeinado le daba un aire desenfadado que no le sentaba nada mal.
Desde luego ese día era un día de sorpresas.
Lucy seguía enganchada a mi cintura y a medida que pasaba iba apretándose más y más contra mí; por eso no sabía si el temblor de mis piernas se debían a un corte de circulación producido por sus brazos delgaduchos o por la mirada de aquel joven que me resultaba poco familiar.
-Bienvenidos a casa. -Saludó mi padre tendiéndole una mano al chico para que le diera las maletas.- Trae, Lucas. Déjame que te ayude.
Cuando escuché aquel nombre no pude evitar levantar los ojos de la coronilla de la niña y fijarme en él. Lucas... ¿el mismo chico escurridizo y delgaducho que aún abitaba en mi memoria se había convertido en... eso? La sorpresa debió de reflejarse en mi cara al escuchar su nombre pues el chico no pudo evitar reprimir la sonrisa que acusaba sus labios.
-Puedo solo -rechazó la ayuda de mi padre, sin apartar sus ojos de los míos.
-Está bien. Nana ya os ha preparado vuestras habitaciones -señaló las escaleras- supongo que estaréis cansados.
-No te creas -rió Lucy. El aire de su risa chocó contra la piel desnuda de mi abdomen y me produjo un leve cosquilleo.
-Vaya... -susurré.
-Parece que Claudina no sale de su asombro -volvió a reír aún sin soltarme.
-No es eso. Es que me estás cortando la circulación sanguínea.
-¡Oh! -se apartó un paso de mí con una sonrisa- lo siento.
-Está bien -asentí, con el ceño fruncido.
Debía de alegrarme de verlos ¿no? O esa; se suponía que debía de ser la emoción más acertada en aquel preciso momento; pero en realidad estaba sorprendida.
-¿Estás bien? -sonrió Lucy.
-Sí, es que... -dudé, pensando las palabras exactas pasando la mirada de una al otro- joder, lo que habéis cambiado.
-Tu no es que seas precisamente igual que como eras antes -dijo Lucas; mirándome con una ceja levantada y una sonrisa pícara.
Su voz era masculina y fuerte, nada en comparación con la voz de pito que tenía cuando aún era un pre-adolescente de doce años. De hecho, no había rastro de él.
Fruncí más el ceño, con la mirada puesta en sus ojos. ¿Debía tomármelo como un cumplido o como una ofensa? Puede que hubiera cambiado físicamente pero estaba segura que el pequeño bastardo seguía dentro de esa cobertura tan mona y sexy.
-¿Estás bien? -Lucy me escrutó con una mirada dubitativa.
-Está bien, solo que sorprendida igual que yo -intervino mi padre sin darme tiempo a contestar.- ¿Por qué no les enseñas la casa, cielo?
-Estoy segura de que aún la recuerdan -lo miré de reojo, suplicándole que no me hiciera eso.
-Yo no.
Clavé mi mejor mirada de odio en Lucas, pero solo sirvió para conseguir el efecto contrario al que pretendía y se echó a reír.
Con un suspiro me encaminé a las escaleras.
-Está bien. Comienza el tour por la casa de los Manson.

Marcus, mi padre -a veces lo llamaba a sí por pura formalidad- le había dicho a Lucas que dejara las bolsas en la entrada y que Nana o Richard se encargarían de llevarlas a su habitación; que ese era su trabajo, pero él se negó en rotundo y las llevó consigo en todo momento. Debía de ser un chico en contra del servicio.
En primer lugar fuimos a la planta baja, donde se encontraba mi estudio de ballet; aunque ese fue un sitio el cual no les enseñé. Era mi sitio favorito y si se lo enseñaba sería como mostrar una parte profunda de mí y no quería hacerlo. A pesar de que los conocía desde hacía muchos años, habían pasado también otros cuantos desde la última vez que los vi por lo que no dejaban de ser extraños.
Los llevé al gimnasio y a la sala de cine. Lucy se volvió loca al ver la pantalla y las butacas de terciopelo rojo. Vi un brillo tan especial en sus ojos que hasta me contagió su alegría. Siempre había sido una niña muy risueña y solo esperaba que eso no hubiera cambiado. A diferencia de Lucy; Lucas se mantuvo impertérrito. Estuve a punto de comprobar varias veces si respiraba o no. No hacía ningún gesto que me indicase alegría o descontento. Era como una estatua impenetrable.
Después pasamos al jardín. Los llevé a la piscina y al pequeño cobertizo que había en la otra punta. A simple vista parecía un sitio desordenado pero lo bueno estaba tras la puerta que daba a una planta inferior donde había una pequeña piscina climatizada con una sauna. Solía venir poco, la verdad, pero era un buen lugar para desconectar después de un duro día de trabajo.
Los tres no dijimos nada más allá que las típicas frases que suelen decirse cuando estás enseñando una casa. Me sentía como una vendedora de pisos, indicando cada lugar y sus ventajas e inconvenientes y Lucy de vez en cuando soltaba algún que otro: vaya, qué guay o qué pasada. Quizás se debía a que yo estaba acostumbrada a vivir entre tanto lujo y todo me era familiar; por eso me resultaba extraño tanta alegría y fascinación por parte de la pequeña.
La primera en pisar su habitación fue Lucy. Pertenecía a uno de los cuartos de invitados, de los muchos que había. Estaba compuesta por una cama de matrimonio en el centro junto con un tocador que su madre había comprado exclusivamente para ella. Las paredes eran de un malva casi blanco, a conjunto con la colcha rosa de la cama. También había un armario enorme donde perfectamente cabría una pequeña familia de enanos y un escritorio con un ordenador portátil.
-¿Esto es para mí?
Lucy me miró sorprendida, como si creyera que todo era una broma o un sueño.
-Sí -asentí.
-¡Pero si es tres veces mi antigua habitación!
No pude evitar reírme. No por el comentario que había hecho; sino por la forma en la que lo había dicho. Desde luego la gracilidad de la niña que yo había conocido no se había esfumado.
-Pues es toda tuya -la invité a pasar, con un brazo extendido- a si es que ale, a disfrutar. Si necesitas algo, mi habitación está en la otra parte del pasillo; la segunda a la derecha, antes de llegar a las escaleras.
-De acuerdo -sonrió, con un asentimiento.- Ahora toca la tuya Lucas, aunque no será mejor que la mía.
-Ya lo veremos enana -sonrió, guiándole un ojo- ya lo veremos.
El pasillo donde se encontraban todas las habitaciones hacía como una especie de cuadrado a medio formar. Era algo extraño; de hecho no sé en qué narices pensaba los constructores cuando la hicieron, pero era mi hogar.
El trayecto desde la habitación de la pequeña hasta la de Lucas se me hizo pesado e incómodo. Al menos, cuando Lucy nos acompañaba había alguien que decía alguna que otra palabra ya fuera a su hermano o a mí, pero ni Lucas ni yo estábamos dispuestos a hablar.
Me detuve junto a la puerta de madera blanca de su habitación. Estaba junto a la mía; lo único que nos separaba era el cuarto de baño que a pesar de encontrarse en medio, por suerte, solo me pertenecía a mí. Él tenía el suyo propio.
-Esta es tu habitación -dije, con la mirada puesta en mis deportivas.
-¿Somos vecinos?
Lo dijo en un tono tan jovial que incluso me sorprendió.
Levanté la cabeza y me topé con sus ojos azules sobre mí. Me miraba con fascinación; como si fuera una rata de laboratorio que hubiera conseguido cumplir las expectativas de su científico.
-¿Qué? -pregunté, mirándole con una ceja enarcada.
-Has dicho que tu habitación es la segunda a la derecha en la otra punta del pasillo.
-Ah, esto eh...
-La mía es la tercera. ¿Qué pasa bollito? -sonrió de lado, divertido con la situación- ¿No sabes contar?
Me quedé de una sola pieza; y juro que de no haberme quedado paralizada le habría saltado al cuello y lo habría hecho pedazos. Bollito; así era como me llamaba cuando era pequeña y pesaba al menos unos setecientos kilos por extremidad.
Lo habría insultado de muy buena gana, como él acababa de hacer conmigo; pero tenía miedo o más bien vergüenza de que la voz me fallara a si es que me limité a mirarlo con odio, aunque más bien consiguió el efecto contrario al que esperaba y se echó a reír.
-Veo que aún lo recuerdas. Tendré que cambiarte el mote, el de bollito ya no te pega. -Me guiño un ojo para después proceder a mirarme de arriba a abajo, apoyándose en la paredes de brazos cruzados.- No, definitivamente ese ya no te pega.
-Gilipollas.
Di media vuelta y me encaminé hacia mi habitación. Si echaba a correr resultaría de lo más patético a si es que reprimí las ganas y tuve que conformarme con un paso apresurado hasta el pomo de la puerta. Notaba sus ojos sobre mi nuca, pero no me giré a mirar. En cuanto hube entrado, me dejé caer de la cama soltando todo el aire que había contenido hasta el momento.
-La que me espera.

A la hora de la cena me pensé incluso si bajar o no. Quería quedarme en mi cuarto, bajo la protección de lo conocido y los ojos de las múltiples fotos que adornaban las paredes.
Me había dado una ducha larga y tendida para quitarme todo el sudor y el estrés que había sufrido a lo largo del día, pero aún así la sensación incómoda por la escenita en el coche con Dilan no se me iba de la cabeza.
Como siempre, me sentía culpable por haberle hecho parar; pero esta vez tenía mis motivos. Era mi novio y el que me tocara el pecho, me besara o incluso tocara zonas que a cualquier chica le avergonzaría reconocer en voz alta que su novio había tocado no me importaba, pero eso no le daba derecho a abalanzarse como un poseso sobre mí. Me había asustado, no, más bien incomodado.
Y luego claro está, estaba el hecho de que tendría que pasar no sé cuánto tiempo viviendo en mi propia casa y aguantando a un gilipollas por el simple hecho de que era el hijo de la novia de mi padre. ¿En qué narices estaba pensando Nina cuando decidió tenerlo? Seguro que si hubiera abortado le habría hecho un favor a la humanidad.
No me importaba que Lucy estuviera allí; era un amor de criatura. Si me quedaba alguna duda de eso, se habían desvanecido en cuanto entró por la puerta y se lanzó contra mí con un abrazo; pero Lucas... era Lucas.
Me puse unas calzonitas de chandal a juego con una camiseta negra con las tirantas cortadas, dejando a la vista mi sujetador. No por que ellos estuvieran ahora aquí iba a dejar de hacer lo que siempre hacía. Era mi casa; ellos los intrusos.
Cogí el móvil, que estaba sobre mi mesilla y le envié un mensaje de texto a Bonni que decía:
-Ya está aquí. Antes se lo digo a alguien antes viene.
Nana solía reírse de mí porque decía que tenía una agilidad especial para escribir en el teclado de un teléfono, pero eso era porque no había visto a Bonni.
-Qué me dices? Enserio?
-Sí tía, han llegado hace un par de horas y se supone que ahora tengo que bajar a cenar. Uf... T_T no quiero.
Puede que fuera una exagerada pero era verdad. No quería bajar y tener que soportar miraditas y ratos incómodos. Si Nina estaba abajo con nosotros, al menos la situación sería distinta; pero normalmente ella no solía estar a esas horas en casa; ¿por qué hoy sí? Tras varios minutos, al fin me llegó la respuesta de mi amiga:
-Eh, tu puedes nena. U CAN! No te dejes intimidar por ese escuchimizado. Si quieres vente a mi casa a cenar :)
Entonces reparé en que no le había dicho a Bonni que Lucas ya no tenía nada de ¨escuchimizado¨ como lo bautizamos cuando eramos unas enanas; que en realidad ahora el nombre que más se le asemejaba era un ¨musculitos¨; ¨sonrisa-sexy¨ o un ¨cuerpo de escándalo¨. Me sorprendí a mí misma sonrojándose mientras pensaba en ello.
*Estúpida. Bonni tiene razón, baja ahí ahora mismo y demuestra quién manda* Pensé.
-¿Puedo ir a tu casa? ¿Enserio? T_T¨
Sí; era una cobarde. De hecho; si buscabas la definición de cobarde en el diccionario salía mi foto al lado; pero todo a su debido tiempo.
Esperé a que Bonni me respondiera, cruzando los dedos porque en la pantalla de mi teléfono apareciera un ¨sí, puedes venir¨ pero estaba tardando demasiado.
Estaba tan concentrada, invocando esa maldita respuesta, que cuando escuché que alguien llamaba a la puerta me sobresalté y el teléfono se me resbaló de las manos. Por suerte calló sobre la cama.
Me levanté y me dirigí a la puerta, aunque acto seguido me arrepentí de haberlo hecho.
-¿Qué quieres? -pregunté.
Al igual que yo; el chico también había decidido darse una ducha, aunque estaba segura que nuestros motivos eran distintos. El pelo aún lo tenía algo húmedo y alguna que otra gota de agua se amontonaba en las puntas, formando pequeños piquitos sobre su frente. Una camiseta gris, similar a la que yo misma llevaba puesta, dejaba a la vista sus perfectos brazos moldeados. Uno de ellos estaba completamente cubierto por tatuajes, entonces comprendí por qué cuando había llegado, había vislumbrado unos dibujos en su camisa. Debí de quedarme demasiado rato estudiando los coloridos motivos, dado que él se percató de ello.
-¿Te gustan los tatuajes?
-No.-Mentí.
Sí me gustaban, no solo los suyos, me refiero en general. Siempre había querido uno, pero si me presentaba en casa tatuada probablemente ese mismo día se acabaría mi vida social.
-Tú te lo pierdes -dijo, dejándose caer sobre el marco de la puerta.
-Sí. ¿Qué quieres?
-La cena está lista.
-Vale.
Nos quedamos mirando por un segundo; segundo que se me antojó una eternidad encantadora. Sus ojos eran tan azules que parecían casi transparentes. No se parecía en nada a Nina, solo en el color oscuro de su pelo; por lo que supuse que salía a su padre. Era guapo y él lo sabía.
-¿Algo más? -hice un amago de cerrar la puerta, pero con él apoyado en ella era imposible.
-Sí -dijo con una seriedad que me sorprendió.
-¿El qué?
-Me gusta como te queda esa ropa.
Y así, sin más, se separó de la puerta y se marchó escaleras abajo.
Cerré de un portazo y me dejé caer hasta el suelo. Las piernas me temblaban debido a la falta de aire. Tercera vez que me dejaba sin palabras en menos de cuatro horas. ¿En qué narices estaba pensando?
Me pareció escuchar el zumbido de mi móvil, pero no había nada, el mensaje de texto de Bonni no llegaba. Tendría que enfrentarme al peligro yo sola.
Con un suspiro, me levanté y me dirigí al armario. Cambio de planes; esas calzonas eran demasiado cortas.


6 comentarios:

  1. Al final acaban juntoos.. si lo veoo.. Me esta empezando a gustar Lucas. Siguientee ya lo necesitoo!

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    1. Pyes.. habra que espera al final a ver que pasa jajaja

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  2. Me encanta dios!! Quiero el siguiente ya ya ya! :P

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  3. Me he enamoradoo!!, me parece que aquí va a ver amorr!!, bueno que el tío aunque sea el típico chico malo sin pelos en la lengua que encanta a cualquier chica, tú lo harás único, espero impaciente el siguiente capituloo
    un besito de una lectora fiel :)

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    1. Lucas no es ese prototipo y ya te iras dando cuenta jajaja pero no es el tipico chico malo sin pelos en la lengua ni mucho menos jajaja
      Un besooo

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