Un chico moreno vestido con una
camisa blanca abotonada hasta el cuello y unos vaqueros desgastados
por las rodillas, al igual que las converse negras de tela que
llevaba, estaba encaramado en la puerta. Los músculos de ambos
brazos se le marcaban bajo la camisa debido a la fuerza que estaba
ejerciendo para sostener las dos maletas de piel con sus
pertenencias. Bajo la tela de la camisa se le transparentaban unos
intrincados dibujos que no llegué a distinguir pero que claramente
se veían que eran tatuajes y no un motivo de la camisa. El pelo
oscuro y despuntado le caía sobre los ojos indicando que necesitaba
un corte urgente, pero a la vez el toque despeinado le daba un aire
desenfadado que no le sentaba nada mal.
Desde luego ese día era un día de
sorpresas.
Lucy seguía enganchada a mi cintura
y a medida que pasaba iba apretándose más y más contra mí; por
eso no sabía si el temblor de mis piernas se debían a un corte de
circulación producido por sus brazos delgaduchos o por la mirada de
aquel joven que me resultaba poco familiar.
-Bienvenidos a casa. -Saludó mi padre
tendiéndole una mano al chico para que le diera las maletas.- Trae,
Lucas. Déjame que te ayude.
Cuando escuché aquel nombre no pude
evitar levantar los ojos de la coronilla de la niña y fijarme en él.
Lucas... ¿el mismo chico escurridizo y delgaducho que aún abitaba
en mi memoria se había convertido en... eso? La sorpresa debió de
reflejarse en mi cara al escuchar su nombre pues el chico no pudo
evitar reprimir la sonrisa que acusaba sus labios.
-Puedo solo -rechazó la ayuda de mi
padre, sin apartar sus ojos de los míos.
-Está bien. Nana ya os ha preparado
vuestras habitaciones -señaló las escaleras- supongo que estaréis
cansados.
-No te creas -rió Lucy. El aire de su
risa chocó contra la piel desnuda de mi abdomen y me produjo un leve
cosquilleo.
-Vaya... -susurré.
-Parece que Claudina no sale de su
asombro -volvió a reír aún sin soltarme.
-No es eso. Es que me estás cortando
la circulación sanguínea.
-¡Oh! -se apartó un paso de mí con
una sonrisa- lo siento.
-Está bien -asentí, con el ceño
fruncido.
Debía de alegrarme de verlos ¿no? O
esa; se suponía que debía de ser la emoción más acertada en aquel
preciso momento; pero en realidad estaba sorprendida.
-¿Estás bien? -sonrió Lucy.
-Sí, es que... -dudé, pensando las
palabras exactas pasando la mirada de una al otro- joder, lo que
habéis cambiado.
-Tu no es que seas precisamente igual
que como eras antes -dijo Lucas; mirándome con una ceja levantada y
una sonrisa pícara.
Su voz era masculina y fuerte, nada
en comparación con la voz de pito que tenía cuando aún era un
pre-adolescente de doce años. De hecho, no había rastro de él.
Fruncí más el ceño, con la mirada
puesta en sus ojos. ¿Debía tomármelo como un cumplido o como una
ofensa? Puede que hubiera cambiado físicamente pero estaba segura
que el pequeño bastardo seguía dentro de esa cobertura tan mona y
sexy.
-¿Estás bien? -Lucy me escrutó con
una mirada dubitativa.
-Está bien, solo que sorprendida igual
que yo -intervino mi padre sin darme tiempo a contestar.- ¿Por qué
no les enseñas la casa, cielo?
-Estoy segura de que aún la recuerdan
-lo miré de reojo, suplicándole que no me hiciera eso.
-Yo no.
Clavé mi mejor mirada de odio en
Lucas, pero solo sirvió para conseguir el efecto contrario al que
pretendía y se echó a reír.
Con un suspiro me encaminé a las
escaleras.
-Está bien. Comienza el tour por la
casa de los Manson.
Marcus, mi padre -a veces lo llamaba
a sí por pura formalidad- le había dicho a Lucas que dejara las
bolsas en la entrada y que Nana o Richard se encargarían de
llevarlas a su habitación; que ese era su trabajo, pero él se negó
en rotundo y las llevó consigo en todo momento. Debía de ser un
chico en contra del servicio.
En primer lugar fuimos a la planta
baja, donde se encontraba mi estudio de ballet; aunque ese fue un
sitio el cual no les enseñé. Era mi sitio favorito y si se lo
enseñaba sería como mostrar una parte profunda de mí y no quería
hacerlo. A pesar de que los conocía desde hacía muchos años,
habían pasado también otros cuantos desde la última vez que los vi
por lo que no dejaban de ser extraños.
Los llevé al gimnasio y a la sala de
cine. Lucy se volvió loca al ver la pantalla y las butacas de
terciopelo rojo. Vi un brillo tan especial en sus ojos que hasta me
contagió su alegría. Siempre había sido una niña muy risueña y
solo esperaba que eso no hubiera cambiado. A diferencia de Lucy;
Lucas se mantuvo impertérrito. Estuve a punto de comprobar varias
veces si respiraba o no. No hacía ningún gesto que me indicase
alegría o descontento. Era como una estatua impenetrable.
Después pasamos al jardín. Los
llevé a la piscina y al pequeño cobertizo que había en la otra
punta. A simple vista parecía un sitio desordenado pero lo bueno
estaba tras la puerta que daba a una planta inferior donde había una
pequeña piscina climatizada con una sauna. Solía venir poco, la
verdad, pero era un buen lugar para desconectar después de un duro
día de trabajo.
Los tres no dijimos nada más allá
que las típicas frases que suelen decirse cuando estás enseñando
una casa. Me sentía como una vendedora de pisos, indicando cada
lugar y sus ventajas e inconvenientes y Lucy de vez en cuando soltaba
algún que otro: vaya, qué guay o qué pasada. Quizás se debía a
que yo estaba acostumbrada a vivir entre tanto lujo y todo me era
familiar; por eso me resultaba extraño tanta alegría y fascinación
por parte de la pequeña.
La primera en pisar su habitación
fue Lucy. Pertenecía a uno de los cuartos de invitados, de los
muchos que había. Estaba compuesta por una cama de matrimonio en el
centro junto con un tocador que su madre había comprado
exclusivamente para ella. Las paredes eran de un malva casi blanco, a
conjunto con la colcha rosa de la cama. También había un armario
enorme donde perfectamente cabría una pequeña familia de enanos y
un escritorio con un ordenador portátil.
-¿Esto es para mí?
Lucy me miró sorprendida, como si
creyera que todo era una broma o un sueño.
-Sí -asentí.
-¡Pero si es tres veces mi antigua
habitación!
No pude evitar reírme. No por el
comentario que había hecho; sino por la forma en la que lo había
dicho. Desde luego la gracilidad de la niña que yo había conocido
no se había esfumado.
-Pues es toda tuya -la invité a pasar,
con un brazo extendido- a si es que ale, a disfrutar. Si necesitas
algo, mi habitación está en la otra parte del pasillo; la segunda a
la derecha, antes de llegar a las escaleras.
-De acuerdo -sonrió, con un
asentimiento.- Ahora toca la tuya Lucas, aunque no será mejor que la
mía.
-Ya lo veremos enana -sonrió,
guiándole un ojo- ya lo veremos.
El pasillo donde se encontraban todas
las habitaciones hacía como una especie de cuadrado a medio formar.
Era algo extraño; de hecho no sé en qué narices pensaba los
constructores cuando la hicieron, pero era mi hogar.
El trayecto desde la habitación de
la pequeña hasta la de Lucas se me hizo pesado e incómodo. Al
menos, cuando Lucy nos acompañaba había alguien que decía alguna
que otra palabra ya fuera a su hermano o a mí, pero ni Lucas ni yo
estábamos dispuestos a hablar.
Me detuve junto a la puerta de madera
blanca de su habitación. Estaba junto a la mía; lo único que nos
separaba era el cuarto de baño que a pesar de encontrarse en medio,
por suerte, solo me pertenecía a mí. Él tenía el suyo propio.
-Esta es tu habitación -dije, con la
mirada puesta en mis deportivas.
-¿Somos vecinos?
Lo dijo en un tono tan jovial que
incluso me sorprendió.
Levanté la cabeza y me topé con sus
ojos azules sobre mí. Me miraba con fascinación; como si fuera una
rata de laboratorio que hubiera conseguido cumplir las expectativas
de su científico.
-¿Qué? -pregunté, mirándole con una
ceja enarcada.
-Has dicho que tu habitación es la
segunda a la derecha en la otra punta del pasillo.
-Ah, esto eh...
-La mía es la tercera. ¿Qué pasa
bollito? -sonrió de lado, divertido con la situación- ¿No sabes
contar?
Me quedé de una sola pieza; y juro
que de no haberme quedado paralizada le habría saltado al cuello y
lo habría hecho pedazos. Bollito; así era como me llamaba cuando
era pequeña y pesaba al menos unos setecientos kilos por extremidad.
Lo habría insultado de muy buena
gana, como él acababa de hacer conmigo; pero tenía miedo o más
bien vergüenza de que la voz me fallara a si es que me limité a
mirarlo con odio, aunque más bien consiguió el efecto contrario al
que esperaba y se echó a reír.
-Veo que aún lo recuerdas. Tendré que
cambiarte el mote, el de bollito ya no te pega. -Me guiño un ojo
para después proceder a mirarme de arriba a abajo, apoyándose en la
paredes de brazos cruzados.- No, definitivamente ese ya no te pega.
-Gilipollas.
Di media vuelta y me encaminé hacia
mi habitación. Si echaba a correr resultaría de lo más patético a
si es que reprimí las ganas y tuve que conformarme con un paso
apresurado hasta el pomo de la puerta. Notaba sus ojos sobre mi nuca,
pero no me giré a mirar. En cuanto hube entrado, me dejé caer de la
cama soltando todo el aire que había contenido hasta el momento.
-La que me espera.
A la hora de la cena me pensé
incluso si bajar o no. Quería quedarme en mi cuarto, bajo la
protección de lo conocido y los ojos de las múltiples fotos que
adornaban las paredes.
Me había dado una ducha larga y
tendida para quitarme todo el sudor y el estrés que había sufrido a
lo largo del día, pero aún así la sensación incómoda por la
escenita en el coche con Dilan no se me iba de la cabeza.
Como siempre, me sentía culpable por
haberle hecho parar; pero esta vez tenía mis motivos. Era mi novio y
el que me tocara el pecho, me besara o incluso tocara zonas que a
cualquier chica le avergonzaría reconocer en voz alta que su novio
había tocado no me importaba, pero eso no le daba derecho a
abalanzarse como un poseso sobre mí. Me había asustado, no, más
bien incomodado.
Y luego claro está, estaba el hecho
de que tendría que pasar no sé cuánto tiempo viviendo en mi propia
casa y aguantando a un gilipollas por el simple hecho de que era el
hijo de la novia de mi padre. ¿En qué narices estaba pensando Nina
cuando decidió tenerlo? Seguro que si hubiera abortado le habría
hecho un favor a la humanidad.
No me importaba que Lucy estuviera
allí; era un amor de criatura. Si me quedaba alguna duda de eso, se
habían desvanecido en cuanto entró por la puerta y se lanzó contra
mí con un abrazo; pero Lucas... era Lucas.
Me puse unas calzonitas de chandal a
juego con una camiseta negra con las tirantas cortadas, dejando a la
vista mi sujetador. No por que ellos estuvieran ahora aquí iba a
dejar de hacer lo que siempre hacía. Era mi casa; ellos los
intrusos.
Cogí el móvil, que estaba sobre mi
mesilla y le envié un mensaje de texto a Bonni que decía:
-Ya está aquí. Antes se lo digo a
alguien antes viene.
Nana solía reírse de mí porque
decía que tenía una agilidad especial para escribir en el teclado
de un teléfono, pero eso era porque no había visto a Bonni.
-Qué me dices? Enserio?
-Sí tía, han llegado hace un par
de horas y se supone que ahora tengo que bajar a cenar. Uf... T_T no
quiero.
Puede que fuera una exagerada pero
era verdad. No quería bajar y tener que soportar miraditas y ratos
incómodos. Si Nina estaba abajo con nosotros, al menos la situación
sería distinta; pero normalmente ella no solía estar a esas horas
en casa; ¿por qué hoy sí? Tras varios minutos, al fin me llegó la
respuesta de mi amiga:
-Eh, tu puedes nena. U CAN! No te
dejes intimidar por ese escuchimizado. Si quieres vente a mi casa a
cenar :)
Entonces reparé en que no le había
dicho a Bonni que Lucas ya no tenía nada de ¨escuchimizado¨ como
lo bautizamos cuando eramos unas enanas; que en realidad ahora el
nombre que más se le asemejaba era un ¨musculitos¨; ¨sonrisa-sexy¨
o un ¨cuerpo de escándalo¨. Me sorprendí a mí misma sonrojándose
mientras pensaba en ello.
*Estúpida. Bonni tiene razón, baja
ahí ahora mismo y demuestra quién manda* Pensé.
-¿Puedo ir a tu casa? ¿Enserio?
T_T¨
Sí; era una cobarde. De hecho; si
buscabas la definición de cobarde en el diccionario salía mi foto
al lado; pero todo a su debido tiempo.
Esperé a que Bonni me respondiera,
cruzando los dedos porque en la pantalla de mi teléfono apareciera
un ¨sí, puedes venir¨ pero estaba tardando demasiado.
Estaba tan concentrada, invocando esa
maldita respuesta, que cuando escuché que alguien llamaba a la
puerta me sobresalté y el teléfono se me resbaló de las manos. Por
suerte calló sobre la cama.
Me levanté y me dirigí a la puerta,
aunque acto seguido me arrepentí de haberlo hecho.
-¿Qué quieres? -pregunté.
Al igual que yo; el chico también
había decidido darse una ducha, aunque estaba segura que nuestros
motivos eran distintos. El pelo aún lo tenía algo húmedo y alguna
que otra gota de agua se amontonaba en las puntas, formando pequeños
piquitos sobre su frente. Una camiseta gris, similar a la que yo
misma llevaba puesta, dejaba a la vista sus perfectos brazos
moldeados. Uno de ellos estaba completamente cubierto por tatuajes,
entonces comprendí por qué cuando había llegado, había
vislumbrado unos dibujos en su camisa. Debí de quedarme demasiado
rato estudiando los coloridos motivos, dado que él se percató de
ello.
-¿Te gustan los tatuajes?
-No.-Mentí.
Sí me gustaban, no solo los suyos,
me refiero en general. Siempre había querido uno, pero si me
presentaba en casa tatuada probablemente ese mismo día se acabaría
mi vida social.
-Tú te lo pierdes -dijo, dejándose
caer sobre el marco de la puerta.
-Sí. ¿Qué quieres?
-La cena está lista.
-Vale.
Nos quedamos mirando por un segundo;
segundo que se me antojó una eternidad encantadora. Sus ojos eran
tan azules que parecían casi transparentes. No se parecía en nada a
Nina, solo en el color oscuro de su pelo; por lo que supuse que salía
a su padre. Era guapo y él lo sabía.
-¿Algo más? -hice un amago de cerrar
la puerta, pero con él apoyado en ella era imposible.
-Sí -dijo con una seriedad que me
sorprendió.
-¿El qué?
-Me gusta como te queda esa ropa.
Y así, sin más, se separó de la
puerta y se marchó escaleras abajo.
Cerré de un portazo y me dejé caer
hasta el suelo. Las piernas me temblaban debido a la falta de aire.
Tercera vez que me dejaba sin palabras en menos de cuatro horas. ¿En
qué narices estaba pensando?
Me pareció escuchar el zumbido de mi
móvil, pero no había nada, el mensaje de texto de Bonni no llegaba.
Tendría que enfrentarme al peligro yo sola.
Con un suspiro, me levanté y me
dirigí al armario. Cambio de planes; esas calzonas eran demasiado
cortas.
Al final acaban juntoos.. si lo veoo.. Me esta empezando a gustar Lucas. Siguientee ya lo necesitoo!
ResponderEliminarPyes.. habra que espera al final a ver que pasa jajaja
EliminarMe encanta dios!! Quiero el siguiente ya ya ya! :P
ResponderEliminarPues en unos diitas :)
EliminarMe he enamoradoo!!, me parece que aquí va a ver amorr!!, bueno que el tío aunque sea el típico chico malo sin pelos en la lengua que encanta a cualquier chica, tú lo harás único, espero impaciente el siguiente capituloo
ResponderEliminarun besito de una lectora fiel :)
Lucas no es ese prototipo y ya te iras dando cuenta jajaja pero no es el tipico chico malo sin pelos en la lengua ni mucho menos jajaja
EliminarUn besooo