sábado, 19 de julio de 2014

Capítulo 5.

Fumar está mal, muy mal; de hecho no sé por qué narices descubrieron antes esos palitos de humo antes que una cura para el cáncer, pero cuando me ponía muy nerviosa o me entraba la ansiedad fumar era lo único que me relajaba.
Por norma general no solía fumar mucho, la verdad es que un paquete de tabaco podía durarme uno o dos meses, solo fumaba cuando realmente lo necesitaba y ese día el cuerpo me estaba pidiendo a gritos un poco de nicotina.
Eran las pruebas para ser animadora. Yo ya estaba cogida desde hacía muchos años; era la capitana del equipo , pero todos los años se iban alumnas y había que sustituirlas. Me alegraba saber que, a pesar de que ser animadora era... divertido, por definirlo de alguna manera, ese era mi último año.
Le di una calada al cigarro; era el segundo del día. Las arpías de primero venían pisando fuerte y si no les salía un día redondo probablemente a quien iban a crucificar era a mí ya que tenía la decisión final.
Estaba apoyada en las gradas esperando a que el resto del equipo viniera para empezar a prepararlo todo. Solo había que colocar unas mesas y listo, pero las pruebas serían después del almuerzo y para eso solo quedaban unos diez minutos.
-¿Cuántas veces te he dicho que fumar es malo?
Pegué un respingo al escuchar la voz de Dilan detrás de mí. Él soltó una carcajada al ver mi reacción.
No le gustaba que fumase, pero ¡venga ya! una vez al año, no hace daño; al menos eso solía decir... Dilan era el típico chico deportista que ni fumaba ni se drogaba. A veces tomaba alguna que otra copa demás, pero eso era todo.
-¿Y yo que cuando me pongo muy nerviosa necesito hacerlo?
-¿Hacer qué? -sonrió de lado, mirándome con picaría.
-Fumar Dilan, fumar -dije con un tono casino, rodando los ojos.
Dilan pasó por encima de uno de los hierros que formaban parte de la estructura de las gradas y se sentó a mi lado, contemplándome mientras terminaba de fumar. Había tenido que esconderme allí para que nadie me viera. Como en todo instituto que se precie en el LA Hight School no estaba permitido fumar; pero ese día me había levantado en plan ¨rebelde sin causa¨ y me salté la norma. Era toda una ¨malota¨.
-¿Hoy son las pruebas para animadoras?
-Sí -suspiré, dejándome caer contra el hierro en el que estaba apoyada.
-¿Esas harpías novatas te sacarán los ojos?
-O algo peor -reí, tirando la colilla al suelo y aplastándola con el pie.
Aunque el típico tópico de película no se solía cumplir entre las animadoras, sí que había alguna que otra que se pasaba de formas con el resto de personas. ¿Ser animadora te daba popularidad? Sí, pero eso no implicaba que yo, por ello fuera superior al resto; pero al parecer no todas lo veían así.
-Si alguna se pasa me lo dices que la mato.
-¿A sí? -inquirí con sarcasmo.
Me apoyé de lado en el hierro para que pudiéramos quedar cara a cara. Iba vestido con el uniforme del equipo de fútbol y no pude evitar mirarle el paquete que le hacían las mallas. Esas mallas deberían estar prohibidas.
Yo llevaba el uniforme de animadora compuesto por una minifaldita a la que le faltaban un par de metros de tela azul al igual que a la camisa, que me llegaba poco más abajo del ombligo. Tiré de la falda hacia abajo, como si así pudiera cubrir los centímetros de pierna que tenían que estar cubiertos, pero se bajaba de arriba. Ese uniforme era una de las cosas más incómodas que existían.
-Sí -respondió con voz remolona, levantándose y dirigiéndose hacia mí- nadie se sobrepasa con mi novia.
-Uy, qué protector estás hoy -reí.
-Contigo siempre. -Puso ambas manos en mis caderas y me empujó hacia atrás hasta que mi espalda tocó el frío hierro que sujetaba los bancos y se acercó a mi oído.- ¿Te he dicho alguna vez lo bien que te queda ese uniforme y lo mucho que me pone?
-Alguna vez que otra... sí.
-Pues te lo recuerdo.
El calor bochornoso de septiembre se amontonó en todo mí ser, golpeándome con toda su dureza en
cuando Dilan pasó una de sus manos por mi muslo y comenzó a darme pequeños besitos a lo largo de mi clavícula derecha.
Suspiré con una sonrisa en los labios. Él sabía que los besos en el cuello eran mi debilidad... bueno y ¿de quién no? Esos malditos labios eran capaces hasta de encender una bombilla con tan solo una sonrisa.
Estábamos en el instituto, sí, y pronto sonaría el timbre y el campo se llenaría de principiantes aspirantes a animadoras y de jugadores hormonados sedientos de esteroides, pero aún quedaban cinco minutos. ¿Por qué no darle una alegría al cuerpo?
Tiré de la goma de sus mallas hacia mí, hasta que todo su cuerpo quedó pegado al mío y cuando digo todo, me refiero a todo. Al parecer no era a la única a la que le había golpeado la ola de calor. Busqué sus labios y junté los míos. Dilan soltó un gemidito de placer y llevó la mano que descansaba en mi muslo algo más arriba hasta quedar bien aferrada a mi glúteo. Yo lo imité.
Si había algo que me encantaba de mi novio, además de su sonrisa, sus ojos, su torso musculado... en fin, todo él; era su culo. Nunca había visto un culo tan bien definido en mi vida; sobre todo cuando llevaba esas estúpidas mallas apretadas que dejaban la imaginación a su libre albedrío.
Subí las manos por su espalda hasta detenerlas en su nuca, apretándolo todavía más contra mí. Quería hacerlo. Allí mismo. Me daba igual que estuviéramos en el instituto y que el timbre estuviera sonando de fondo. Quería hacerlo; pero al parecer el resto de la humanidad no estaba de acuerdo conmigo.
Un coro de aplausos y aullidos se levantó detrás de nosotros. ¿Cómo habían llegado tan rápido sus estúpidos compañeros? Con un suspiro lo separé de mí. Una cosa era hacerlo bajo las gradas del campo; otra muy distinta era añadirle público.
-Joder Anderson, cómo está tu novia -se rio uno de sus compañeros, echándome una mirada de arriba a abajo.
-Tú lo has dicho Scot, mi novia -enfatizó ese ¨mi¨ enseñando los dientes como si fuera un perro.
En cualquier otra ocasión lo habría mandado callar, no me gustaba que se pusiera de ese modo, pero no soportaba a Scot. Era el típico tío baboso que se creía que estaba bueno. Lo estaba, pero se lo tenía demasiado subidito.
-Tranquilo tío -levantó las manos, en son de paz- solo era una broma.
-Vete a la mierda Scot -solté, enseñándole el dedo corazón.
El muchacho pareció pillar mi indirecta de ¨sobras, vete a tomar por culo. Capullo¨ y se dio la vuelta en dirección a los vestuarios. No soportaba a ese tío.
-Esa es mi chica -rio Dilan, volviendo a recrearse en mi cuello.
-Sí y esta chica tiene que irse.
Lo separé de mí, con las manos puestas en su pecho. Me miró con cara de cordero degollado; otra cosa que sabía con la que no podía. Sabía lo que quería; de hecho era lo mismo que había querido yo hacía tan solo cinco segundos, pero el deber me llamaba.
-Te veo luego -sonreí, dándole un beso rápido- ¿me llevas a casa?
-Te espero en el coche -asintió.
-Vale.
Le sonreí una vez más y me fui corriendo.


¿Tantas alumnas nuevas había en el LA Hight School que querían ser animadoras? Ya había perdido la cuenta de cuántas chicas habían meneado el trasero delante de mí. Al menos unas treinta.
-Dios, esto es desesperante –murmuré- ¿cuántas quedan?
-No muchas, creo que dos.
-¿Aún? –Miré a Bonni con clara desesperación. Perder clase estaba bien, pero necesitaba marcharme de una vez o perdería la cabeza.
-Se han presentado una barbaridad.
-La verdad es que sí. ¿Quién es esta? Dios, lo hace fatal.
Había una chica menudita moviendo el pandero en las colchonetas que habíamos puesto sobre el césped para que no se hicieran daño en caso de que se cayeran. Era rubia con el pelo corto y tan delgada que si se ponía de lado parecía una loncha de pavo. A la pobre se la veía bastante nerviosa. No hacía nada a derechas.
-Está bien eh… Carla. Lo has hecho bastante bien –mentí, con una sonrisa- ya te llamaremos.
Bonni me miró con una ceja levantada. De acuerdo, la chica no lo había hecho nada bien, pero ¿quién era yo para decirle lo contrario? Los nervios podían jugar una mala pasada.
-En fin… -suspiró Bonni- ¿por dónde íbamos? ¡Ah sí! ¿El delgaducho escuchimizao vuelve a tu casa?
-Sí. –Cogí la lista y llamé a la siguiente aspirante.- ¿Rizzo Channing?
-¿Y cómo es que vuelve? ¿Cuánto tiempo lleva sin venir a tu casa?
-No lo sé –me encogí de hombros, volviendo a llamar a la chica- ¿diez años? Tal vez ocho.
Una morenaza despampanante de unas piernas espectaculares se subió a las colchonetas y se puso a bailar. Tenía unos pechos extremadamente grandes, probablemente operados y llenos de silicona hasta los topes. Lo deduje por su cintura de avispa. No era normal esa desproporción.
-¿Y viene?
-No tengo ni idea. ¿Quién es esta? Me suena su apellido.
-La hermana pequeña de Scot.
-Ya decía yo –suspiré, poniendo los ojos en blanco.
-¿No estás nerviosa? –se rio Bonni, escribiendo un par de anotaciones en su cuaderno.
-¿Nerviosa? –la miré con el ceño fruncido. En la hora en la que le había dicho nada.
-Sí, no sé; es decir…. Lleváis sin veros un montón de años y ese capullo se portaba fatal contigo. Ya sabes que si hace falta pegarse –pegó con su puño en la palma de la otra mano- yo me pego.
-Estúpida –me reí.
Hacía un par de días, cuando fui con mi hermano y su novia al parque de atracciones, Nina estaba que se subía de las paredes y prácticamente me dijo que sobraba y que necesitaba hablar con mi padre por lo que le hice caso y me marché, si algo había prendido de aquellos dos era dejarles espacio cuando lo necesitaban. Al principio me había molestado; no es que estuviera manteniendo una conversación con mi padre, de hecho estábamos pasando el uno de la otra prácticamente, pero cuando Nina me contó qué era lo que sucedía y me pidió disculpas la entendí.
Nina y mi padre se conocieron cuando ella se estaba divorciando de su marido. Mi madre hacía un año que había fallecido y aunque mi padre seguía en la fase de autocompasión no se vio capaz de rechazar a una mujer como Nina. Cuando los tramites del divorcio concluyeron, ella se vino a nuestra casa a vivir con nosotros. A mí y a Mike no nos hizo mucha gracia, ella era buena con nosotros, pero después de que nuestra madre muriera, obviamente no queríamos que nuestro padre saliera con otras mujeres y mucho menos que invadieran nuestro espacio y cuando digo invadieran me refiero a ella y a sus dos hijos; Lucas y Lucy.
Lucas era el demonio en persona. Alto y delgaducho con una sonrisa diabólica que claramente indicaba problemas. Era dos años mayor que yo o tres, no lo recuerdo bien. Lucy era más pequeña, puede que tuviera unos once o doce años, como mucho trece. Eran la noche y el día. Mientras que la niña, a pesar de ser una enana de dos años era un angelito que no daba calda alguna, Lucas no paraba de hacer trastadas. Se llevaba muy bien con Mike y ambos no paraban de meterse conmigo. Lo odiaba.
Solo estuvieron viviendo con nosotros algunos de años, después se marcharon con su padre dado que Nina apenas podía hacerse cargo de ellos por su trabajo y no quería dejarlos con Nana. Ella a diferencia de mi padre sabía que Nana y Richard no eran unos sustitutos paternos por lo que decidió mandarlos a vivir a Ilinois y ella iba a visitarlos cuando podía.
La otra noche, Nina me dijo que a su ex-marido le había pasado algo, no me especificó el qué exactamente y me daba la sensación de que en realidad no quería saberlo; por lo que Lucas y Lucy se vendrían a vivir con nosotros una temporada. Tener que volver a aguantar las humillaciones de ese monstruo no me apetecía nada, pero al fin y al cabo eran sus hijos y ya habían pasado unos cuantos de años. Quizás, había cambiado… ¿no?
-La verdad es que esta es una de las pocas que merecen la pena –susurró Bonni.
-Bueno, la chica no lo hace mal.
-¡Dios! ¡Clau! –me dio un empujón- ¿se puede saber qué diablos te pasa?
-¡Ay! –espeté, frotándome el brazo- ¿qué pasa?
-Estás por las nubes.
-Joder, solo he dicho que no lo hace mal.
-Ni siquiera le has prestado atención. ¿Problemas en el paraíso?
-¿Problemas en el paraíso? –pregunté, con la nariz arrugada.- ¡Ah! No; solo estoy cansada.
-¿Quieres que te lleve a casa? Creo que estas pendones pueden solucionárselas ellas solitas –se tapó la boca para que las otras dos compañeras que se encargaban de la audición no la escucharan.
-No –negué con la cabeza- estoy bien.
-¿Segura?
-Sí, pesada –sonreí.
Miré la lista con los nombres de las que se presentaban como candidatas. Me llevé una grata sorpresa al comprobar que Rizzo era la última chica. Ya solo quedaba decidir quiénes entrarían en el equipo. Esa era la peor parte, nunca nos poníamos de acuerdo y la capitana era la que tenía la última palabra. Siempre me llevaba yo todo el marrón.
-Muy bien chicas –dije con voz firme, dirigiéndome a las aspirantes- esto ha sido todo por hoy. Lo habéis hecho todas muy bien pero como ya sabéis solo hay cinco puestos vacantes por lo que tenéis que entender que no todas seréis seleccionadas, pero aun así os deseo suerte a todas. La lista será colgada en un par de días en el tablón de anuncios. Esto es todo.
-Preséntate a delegada de clase –se burló Bonni mientras recogíamos el material- yo te votaría.
-Si claro, no tengo yo otra cosa que hacer.
-Claudina for president. En serio, yo te votaría.
Intenté reprimir la risa y mirarla con odio por haberme llamado Claudina, sabía de más que no soportaba ese estúpido nombre, pero no pude evitarlo al verla con los ojos bizcos haciendo aspavientos como si me estuviera alabando.
-Vete a la mierda –reí- ¿quieres?
-Bueno, si insistes –soltó las sillas en mitad del vestuario y dio media vuelta.
-Sí, pero después de ayudarme, guapa.
-Mierda –gruño, con una sonrisa.- Por cierto, ¿sabes algo de Dinna? Se supone que debería haber estado aquí para la audición.
Teniendo en cuenta que llevábamos pocos días de clase y que uno de ellos no había ido, no, no tenía ni idea de dónde podía estar mi amiga, solo sabía, por un mensaje de texto que me había mandado aquella misma mañana, que no podría presentarse para ayudarnos.
-No tengo ni idea, ¿por?
-No sé, es que la noté rara el otro día… muy callada ¿tú no?
-Pues ahora que lo mencionas… sí, para tratarse de Dinna estaba algo callada. ¿Problemas con Sett?
-Lo dudo –negó con la cabeza- sabes que esos dos son como dos osos amorosos.
Era cierto; no había visto a una pareja tan enchochada el uno de la otra como Dinna y Sett. Llevaban juntos desde hacía algunos meses. Estaban en plena fase de enamoramiento, pero en esos dos era demás.
Una vez hubimos terminado de colocar todo en su sitio, me despedí de Bonni y me fui a coger la ropa a mi taquilla del vestuario. Dilan ya me estaría esperando, hacía un rato que había sonado el timbre por lo que no me molesté en cambiarme, de todas formas iría directa a casa y no quería hacerlo esperar.
Lo busqué por el aparcamiento y no tardé en localizarlo. Estaba medio vacío y solo había un par de coches. Me esperaba apoyado sobre el capó negro de su BMW de brazos cruzados con la mirada ausente en la pared de enfrente. Él tampoco se había cambiado de ropa, seguía con el uniforme del equipo.
-Hola –le saludé, dándole un beso en la mejilla- ¿llevas mucho rato esperando? Es que se nos ha hecho tarde.
-Hola –me sonrió, abriendo la puerta del copiloto para que pudiera entrar- un rato, pero no pasa nada, ya me lo cobraré.
Lo dijo en un tono tan sensual que la sangre se me amontonó en las mejillas al recordar el encontronazo debajo de las gradas.
-¿Eso es una amenaza? –pregunté, mirándole de reojo con el ceño fruncido.
-Solo es una advertencia.
Estaba un poco harta de tener que depender de él o de mis amigas para que me llevaran a casa. Richard podía llevarme a cualquier sitio, era nuestro choferd, pero en la mayoría de las ocasiones estaba ocupado trasladando de un sitio a otro a Nina o a mi padre. Era un asco; pero estaba mi pequeño problemilla con el pánico a ponerme al volante. ¿No podía tener un miedo más normal? No sé, a las arañas o a las serpientes, como todo el mundo, no, yo tenía que tenerle fobia a los coches. Porque yo era así de normal
-Qué ¿cómo te ha ido el día? –me preguntó sin apartar la mirada de la carretera.
-Bueno, no ha estado mal –suspiré, hundiéndome aún más en mi sitio- muchas chicas. ¡Joder! No sabía que hubiera tantas alumnas nuevas que quisieran ser animadoras.
-Estamos en América cielo; ser animadora o formar parte del equipo del instituto es el sueño de todo estudiante.
-Si bueno… si tu lo dices –dije, rodando los ojos.
En cierto modo era verdad. Por desgracia en los institutos estábamos divididos según nuestro status social o nuestros gustos en lo que a música, pasatiempos, trabajos… se refería. Era una estupidez, al menos yo lo veía así, pero los jóvenes podíamos ser muy estúpidos.
Por lo general a Dilan no le gustaba correr y saltarse los límites de velocidad, al menos cuando yo iba con él en su coche. Sabía que no me gustaba ir rápido; pero aquel día tardamos escasamente diez minutos en llegar a mi casa.
Miré con extrañeza por la ventanilla del copiloto. Para llegar a la puerta de mi casa primero había que pasar por un caminito de piedra de dos coches de ancho y rodear la fuente que había en medio.
Dilan debió de darse cuenta de mi sorpresa y me miró con el ceño fruncido, intentando apartar los ojos lo menos posible del sendero.
-¿Qué pasa?
-Qué raro… -susurré hacia mis adentros.
-¿El qué?
-Mi padre está en casa.
-¿Y eso es raro? –rio con sarcasmo.
Lo miré de reojo. A mí no me había hecho gracia.
Mi padre raras veces solía estar en casa tan temprano; a decir verdad vivía en su despacho de la oficina y la casa era como una sala de recreativos para él.
-Estamos hablando de mi padre; sabes que pasa poco tiempo en casa –solté con más brusquedad de la que pretendía.
Dilan aparcó a la derecha de la fuente, aún quedaban un par de metros para terminar el camino y llegar hasta la puerta, donde estaba la limusina de Richard.
Fui a quitarme el cinturón pero cuando apreté el botón para soltar el enganche me di cuenta de que este ya estaba suelto. Miré con extrañeza. Yo recordaba haberme abrochado el cinturón, de hecho nunca montaba en un coche sin hacerlo.
-¿Pero qué cojo… -empecé a decir, pero mis palabras se vieron interrumpidas por los labios de Dilan.
Sus labios se movían con fiereza sobre los míos a la par que ascendía una de sus manos por mi muslo hasta quedar escondida por el dobladillo de mi falda. Al principio me quedé paralizada. No había visto venir a Dilan y nunca había actuado con tanta ferocidad.
Me llevó su tiempo reaccionar y salir del estado de embobamiento; de hecho hasta que no noté sus dedos acariciándome la entrepierna y abriéndose paso por mis bragitas no me di cuenta de que había estado conteniendo el aire. Lo solté de golpe.
-¡Dilan! –chillé, separándolo de mí con ambas manos.
Él se separó con clara sorpresa. Jadeaba. No sabía si por el susto provocado por mi grito o por la excitación del momento; pero una película de sudor se le había formado en la frente; mientras que yo estaba en un estado algo extraño entre una excitación morbosa y un pánico que no sabía de donde había salido.
-¿Qué pasa? -jadeó él sin quitarme los ojos de encima.
-¿Qué haces?
-Pensé que.. no sé yo pensé que quizás... después de lo de esta mañana...
-Tu lo has dicho. Esta mañana. -Respondí tajante abriendo la puerta del coche.- Adiós.
Cerré de un portazo y me fui lo más rápido que pude.
No escuché que el coche se pusiera en marcha por lo que supuse que se quedaría allí hasta que yo entrara por la puerta. Quizás había actuado mal y con demasiada dureza, pero él tampoco lo había hecho precisamente bien. Debí de haberme imaginado que algo similar sucedería. Yo habría estado dispuesta. ¿Quién no habría estado dispuesta de todos modos? Pero con la fuerza con la que me había besado y su dedos...
Sacudí la cabeza. No; no tenía que sentirme culpable por nada porque no había hecho nada malo.
La puerta de entrada estaba abierta de par en par. Nana estaba de pie en un lado de la sala con ambas manos detrás de la espalda en una postura que se me antojó demasiado formal.
Miré a todos lados. Había algo extraño en su forma de actuar.
Mi padre estaba de pie junto a la escalera y me sonrió al verme. Iba vestido con su habitual traje de chaqueta negro con una camisa blanca. Demasiado elegante incluso para él.
-¿Qué pasa? -fue lo primero que pregunté. Pasé de las formalidades.- ¿Por qué estás ya en casa? ¿No es muy temprano?
Marcus, mi padre; volvió a sonreír y me dio un beso en la frente pero no me respondió; simplemente me agarró de la mano y me llevó junto a él al lado de las escaleras. Lo miré de reojo algo extrañada. ¿Qué le pasaba a todo el mundo que actuaba de una forma tan extraña?
-¿Papá?
-¿Cielo? -sonrió, con los ojos puestos en la puerta.
-¿Qué hacemos aquí de planta parada?
-Creí que Nina ya había hablado contigo.
-Y... lo ha hecho -dudé, recordando nuestra conversación hacía un par de días. Suponía que se referiría a eso.- ¿Supongo?
-Están a punto de llegar.
-¿Quiénes están a punto de...
No pude acabar la frase; no me dio tiempo de hecho. Me quedé muda en cuanto escuché una vocecita que me llamaba y se abalanzaba sobre mí apretujándome entre sus brazos. Yo me quedé inerte, como si fuera una planta.
Una niña un poco más baja que yo de un pelo rubio platino estaba enganchada a mi cintura como una garrapata se engancharía a la piel de un can.
-Claudina -me sonrió con los ojos abiertos de par en par.
No me lo podía creer. Esa niña no podía ser Lucy. Esa chica de metro y medio no podía ser la misma niña de dos años con la que jugaba en el parque cuando era una renacuaja; en realidad parecía que la chica que estaba abraza a mí se hubiera comido a la otra.
Era impresionante lo que había cambiado en tan poco tiempo. Rubia, metro y medio, un cuerpo atlético para la poca edad que debería tener y unos ojos marrón chocolate que daban ganas de comérselos.
-¿Lucy? -inquirí con sorpresa.

-A si es que tú debes de ser Claudina -dijo una voz masculina.

4 comentarios:

  1. OMG!! *-* SIGO FLIPANDO! Pobre Dilan.. pero es que se ha pasado..pero estan mono. Bueno que quiero conocer ya a ese Lucas tan famoso. No puedo esperar, sube yaa!

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  2. ME ENCANTA LA NOVELA , ha sido leerme el primer capitulo y tener que seguir leyendo los demas

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  3. Pues me alegro un montón de que te guste; la verda que este tipo de comentarios suben mucho el animo :)

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